Historias de un Rock al Parque inolvidable
Por: Viviana Pineda
Atravesar el país para ‘ser uno mismo’
Primer día de Rock al Parque y Afsky toca detrás de una pared de lluvia. Las pantallas muestran a los daneses rasgar sus guitarras detrás de chorros de agua que no mengúan. La lluvia escurrió el maquillaje que traían varios de los asistentes y cambió el código de vestimenta del día metalero de Rock al Parque. Ya no predomina el negro reglamentario. Se cambió por el blanco, el verde, el azul y hasta el amarillo de las carpas plásticas que los vendedores ambulantes ofrecen por $7.000.
Y ahí, en la mitad de la Plaza Central del Parque Simón Bolívar, un fanático se niega a romper las tradiciones. Emparamado, pero vestido de negro, mueve la melena, adelante, atrás y en círculos. Con las manos toca una guitarra imaginaria y el agua se escurre por su cuerpo. Se llama Cristian, tiene 35 años y viene de San José del Guaviare. Dejó de asistir un tiempo al Festival porque nunca perdonó que hubieran invitado a unos raperos, pero el cartel de este año hizo que el hijo pródigo regresara a casa. “Rock al Parque es el lugar donde puedo liberarme, donde puedo ser yo sin ser juzgado, donde puedo mostrar mi locura. Yo creo que nadie estaría acá si no fuera un loco o un frito ¿no?”.
Cumplir con un ritual patrio
Toca la Monky Band en las primeras horas del segundo día de Rock al Parque. Por la mitad de la plaza aún a medio llenar, aparece Liliana Niño con una bandera de Colombia. Vestida de negro absoluto, carga a sus espaldas la tricolor. Tiene 45 años y desde los 16 asiste sin falta a cada Festival. “Solo me perdí el que hubo después de la pandemia, porque todavía le tenía miedo a un contagio. De resto he venido a todos”. ¿Y qué sentido tiene traer la bandera a un evento como estos? Liliana responde con orgullo: “Rock al Parque es un emblema nacional. Colombia también es rock, nos identificamos con él como jóvenes y ahorita como adultos”. Liliana camina por la plaza, espera con ansias la noche para ver a Kraken ¿y si llueve? “Más bueno todavía, porque nuestra bandera va a estar mojada por nuestra lluvia bogotana, por el calor de la gente, por este Rock al Parque que nos hace vibrar como colombianos y como bogotanos”, responde con una sonrisa.
Un plan ‘familiar’
A Gildardo Ramírez, un profesor de 43 años, venir a Rock al Parque se le convirtió en un ‘plan familiar’. “Yo soy del campo y a mí me ha gustado el rock toda la vida, pero la gente siempre me decía que eso era de marihuaneros y satánicos, hasta que un día le dije a mi mamá ¿y por qué no me acompaña? Me la traje de 73 años”, cuenta.
Esta vez el turno le tocó a su hija, Paula, de 18 años, que aunque es más de rap, accedió a acompañar a su papá. “Hicimos un trato, él me acompañó a Hip Hop al Parque si yo lo acompañaba hoy”, dice. A Gildardo le encantó ese acuerdo. “Yo quiero que ellas se den cuenta, por sí mismas, de qué es este Festival, y no por lo que le digan los demás. Creo que éste es de los espacios más bonitos que tenemos en Bogotá, donde muchas personas venimos a canalizar muchas cosas de la vida. Aquí olvidamos todo antes de llegar nuevamente a la realidad. La música nos ayuda mucho”.
‘Mi primer Rock al Parque’
4:00 p.m. Empieza a cantar Fidel Nadal en el tercer día de Rock al Parque y los reportes hablan de más de 7.000 asistentes. Con los primeros acordes los visitantes dejan de caminar y avanzan en el río de gente bailando y saltando. Entre estos ríos están Yury Muñoz (18 años) y Angie Orduz (19 años), quienes estudiaron juntas en el colegio y se animaron a venir por primera vez a Rock al Parque. Se demoraron casi dos horas, desde Bosa, para llegar, pero sienten que ha valido la pena. “Se ve gente con mucho estilo”, dice Yuri. “Queremos ver a Doctor Krápula y a Nicolás y los fumadores”, cuenta Angie. Aunque sus familiares son visitantes asiduos de este evento, nunca las habían invitado y fue necesario armar su propio grupito para animarse a venir. “Me gusta del Festival que aquí los jóvenes encontramos tanto música antigua como nueva, y que es un evento donde uno puede expresarse”, complementa Angie. 5:00 p.m. y los reportes ya hablan de más de 21.000 asistentes.
‘Ver gente que normalmente no puedo’
Por el corredor que conecta el escenario Bio y las Zonas de Arte y Emprendimiento (ZAE) camina Alquimia. Una mujer trans de 22 años. Viene desde Usme a ver Austin TV, pero también a ‘armar parchecito’ con sus amigas. “Es de las pocas ocasiones en que puedo ver gente que he querido ver pero que normalmente no puedo. Y pues, hay alguien más pagando para que lo pueda hacer, así que aprovecho”, dice.
Esta buscando a sus amigas de Monstruosidades Guerrilleras, un colectivo de la localidad de Santa Fe, que está ofreciendo sus productos en la ZAE, y que busca que las juventudes trans tengan otro tipo de vida, que no se limite al trabajo sexual. “Venir acá es llenarse de arte. No solo de los músicos que van a cantar, sino también de los lugares que decoran, de las personas que vienen y sus pintas”, explica mientras muestra sus sandalias con una plataforma de 7 centímetros de alto.
‘Aquí me siento seguro’
El escenario Plaza se prepara para recibir a Mortis y los Desalmados, y mientras tanto en la Carpa de Experiencias los dj's palLowmar y Javier Alerta hacen su debut al ritmo de Dub y Reggae. Allí están bailando Axel, de Francia y Sean, de Estados Unidos, junto a un grupo de amigos colombianos. “Nos invitaron para que viéramos a Mägo de Oz, mientras tanto estamos disfrutando del Festival”, dice Axel.
“No sabía que en Colombia había tanta gente punk y alternativa y eso es genial”, afirma Sean. Ambos comparan el evento con otros similares de sus países. A Axel le gusta que a pesar de que hay mucha gente, se puede caminar, y Sean valora el ambiente de tranquilidad y armonía. “En Estados Unidos este tipo de eventos pueden ser peligrosos porque mucha gente tiene armas y cuchillos y los festivales son locos, pero aquí ha sido hermoso, aquí me siento muy seguro”.