Crónicas

Los sonidos de la naturaleza se tomaron el Parque Nacional

Se trató de una experiencia de contemplación, escucha profunda y cuidado sensible de la naturaleza.
 Los sonidos de la naturaleza se tomaron el Parque Nacional
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El sonido de las aves y un sol radiante fueron testigos de cómo algunas familias bogotanas, con todos los protocolos de bioseguridad, se dieron cita el pasado 12 de diciembre en la Plaza de las Palmeras, frente al Teatro El Parque de Bogotá. En esta ocasión, los congregó en este espacio una actividad de escucha y de relación con la naturaleza: Contemplación al parque. 

A cargo de Roberto Nacogui,  integrante de la comunidad Kogui, un pueblo indígena originario de Colombia, que habita en la vertiente norte de la Sierra Nevada de Santa Marta en los valles de los ríos Don Diego, Palomino, San Miguel y Río Ancho, se llevó a cabo una instalación sonora, en la que se emitieron varias frecuencias, vibraciones y ambientes sonoros, con la idea de hacer una inmersión en el ambiente del Parque Nacional, donde estaba teniendo lugar aquella experiencia sonora.

"Al morir, volvemos a la naturaleza", dijo el mamo Nacogui, mientras emitía el sonido del agua y resaltaba la importancia de aquella en la preservación de la vida y como madre máxima de la naturaleza. Mientras tanto, los asistentes de la actividad escuchaban atentamente la intervención de Nacogui, que se caracterizó por tener un tono pausado, que reflejaba sosiego y le daba preponderancia a los sonidos que emitían unos grandes parlantes ubicados en la Plaza.

Para mantener el distanciamiento, el Teatro El Parque, escenario del Idartes, dispuso varios tapetes, separados entre sí para que los asistentes se ubicaran allí, sin zapatos, y disfrutaran de esta experiencia sensorial. 

Durante algunos minutos, el guía dejó que los asistentes se dedicaran a escuchar el sonido de la naturaleza, en el que se apreciaban aves, agua corriendo, hojas de árboles sacudiéndose por el viento, animales, entre los que se distinguían ciertos tipos de rana que viven en tierra fría y le canta a las palmas, como aquellas en donde estaba teniendo lugar esta experiencia de contemplación sonora.

Los visitantes del Parque Nacional, que en su mayoría iban a hacer deporte en aquel espacio, se detenían a preguntar con curiosidad qué era lo que estaba sucediendo en la Plaza de las Palmeras, atraídos por los sonidos y frecuencias que emitían desde allí, las cuales recorrían los recovecos de este tradicional parque de Bogotá.

Entre los asistentes, hubo quienes se ubicaron, acostados, en el tapete que dispuso el Teatro El Parque para la actividad, con los ojos cerrados y boca arriba. A otros se les veía meditando, en total tranquilidad, dejándose llevar por el vaivén de los sonidos del agua de un río en movimiento, de las hojas cayendo, del canto de las aves y de una brisa de verano.

“Me dejé llevar mucho por los sonidos. Ni siquiera vi  mucho al guía, sino que cerré los ojos de principio a fin. El sonido de la naturaleza me hizo conectarme de nuevo conmigo misma, e incluso ser consciente de mi respiración y del pálpito de mi corazón. Fue una experiencia muy bonita; como que me devolvió un poco de la tranquilidad que me quita a diario la ciudad”, dijo Jen Salcedo, una de las asistentes del evento.

Justamente, la idea del encuentro fue que cada uno de los asistentes, por medio de la escucha consciente de la naturaleza, tuviera una experiencia totalmente individual de contemplación y de reflexión. Sin embargo, de acuerdo con el mamo Nacogui, la idea fue también enviar un mensaje de cuidado de la naturaleza y de ser conscientes de que aquella es la máxima proveedora de la vida. “Sin la naturaleza no seríamos nada; no existiría la vida”, agregó Nacogui.

 

Por: Sebastián Hernández Noreña
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