Las señales de María Elvira Escallón
Las señales no siempre son marcas. Eso de las señales particulares y de enfocarse siempre en lo mismo parece encerrar, en un abismo de igualdad, lo diverso que resulta señalar o ser señalado.
Hay varios kilómetros entre la Estación de La Sabana y el Hospital San Juan de Dios y muchos más entre el verde de los árboles, el color de las nuevas flores y la soledad y el olvido del patrimonio cultural.
María Elvira Escallón lo ha entendido al trasegar por lugares distintos, dejándose llevar por una conexión extraña, que no sabe explicar, entre la mirada, el corazón, el alma y la sensación de que debe marcar lugares, situaciones e impresiones con su arte, el cual lleva desarrollando desde la década de 1980. “Nuestra tragedia es cómo esos lugares que se deterioran y se detienen”, dice ella y enfatiza “más que criticar, me interesa señalar”. No le gustan esos escenarios que ha convertido en escenario de su trabajo. Lo que hace es poner en común su “contrasentido impactante”, porque siente que “esos lugares lo toman a uno y lo llaman para que los muestre y busque la manera de que sean conocidos”.
Nacida en Londres, regresó durante su infancia a Bogotá y estudió Psicología mientras buscaba en los talleres de artistas el camino de su vida: la creación artística. Tiene una maestría en Teoría e Historia del Arte de la Universidad Nacional de Colombia, así como reconocimientos nacionales, entre ellos el Premio de Patrimonio 2006, el III Premio Luis Caballero en 2005 y el Primer Premio del VIII Salón Regional de Bogotá en 1997.
Cada proyecto suyo cuenta con una visual única. No repite ángulo. Podría decirse que hace intervenciones efímeras e instalaciones escultóricas en sitios aparentemente inaccesibles, para después retratarlas con una cámara de vídeo o fotografía.
Precisamente, el trabajo para lugar específico que marca su trayectoria, la ha llevado otra vez a participar en otra edición del Premio Luis Caballero.
“María Elvira Escallón es una artista que vuelve al Premio Luis Caballero con un proyecto en el cual explora la problemática figura de Jesús Santrich, y que nos hace pensar en la enrevesada y confusa administración de la justicia en la Colombia de hoy”, adelanta el curador Santiago Rueda, integrante del jurado que la nominó a este galardón y cuya terna de jueces fue compartida por él con Carolina Ponce de León y Juan David Laserna.
Iluminaciones
Una reflexión sensorial acerca de un evento que considera “bastante importante en nuestra historia reciente”, sucedido el 9 de abril de 2018, fue el desafío que, desde lo visual, quiso asumir Escallón para participar en el Premio Luis Caballero. Tomando como tema central la captura de Jesús Santrich en su residencia del barrio Modelia de Bogotá, la creadora intervendrá espacios del Museo de Arte Moderno de Bogotá (Mambo).
Eligió ese tema porque le parece un hecho que es capaz de desplegar una gran cantidad de variables que no habíamos visto, como observadores externos del Proceso de Paz. Fue a partir de la captura de Santrich que empezamos a notar los dobles discursos, muy distintos de lo que aparece en la superficie, así como otros agentes intervinientes. Todo esto puso en peligro los acuerdos y nos mostró las muchas capas y fisuras de las posturas.
Plásticamente lo ve complicado, en cuanto las imágenes no son precisamente gratas o estéticamente bellas. Sin embargo, cree que “con todo el sentido que da para explorar, me va a permitir expandir el momento”. No está hablando desde ninguna esquina política e invita al espectador a que entre y se haga preguntas.
Buscará lo sensorial e inmaterial: sonidos, sombras, nada de cuerpos ni rostros de protagonistas, roces de ropa, pisadas y lectura de los derechos al capturado. Se acercó así gracias a los vídeos publicados en las redes de dicha captura. De hecho, la pieza principal será un vídeo dividido en dos, aunque en la entrada al lugar tendrá cuestiones objetuales.
Al Premio Luis Caballero lo considera “el más importante del país de los últimos diez años, pues ofrece un escenario para revisar propuestas bastante significativas en espacios muy importantes de la ciudad al estimular los proyectos en lugar específico”.
Valora crear para escenarios pensados. Es lo que ha venido haciendo durante estas décadas, proyectos pensados para un espacio determinado, los cuales, a su modo de ver, son un reto.
Pensar los proyectos así hace que se sientan las variables que están ubicadas en el espacio y se señalen cosas que no son visibles. Cuando se va a poner una obra en el espacio, de la naturaleza que sea, el espacio mismo puede ayudar a detonar la serie de sentidos que la obra puede tener. Lo mismo hace la obra con el espacio.
El Mambo es un espacio que le gusta mucho. Critica que no tiene luz natural y que no es demasiado alto, pero sí muy ancho. “Siempre me ha funcionado trabajar en esta sala, con obras como El reino de este mundo o In-memoriam”.
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Universos y referentes
María Elvira Escallón tiene como principal referente las intervenciones arquitectónicas de Gordon Matta-Clark (Nueva York, 1943-1978), lo menciona como el artista que más le ha impactado por la forma en que intervenía el espacio, haciendo que la escultura se apoderara de edificios, a partir de cortes en la arquitectura que generaban nuevos espacios.
Miguel Ángel Rojas es su referente colombiano, pues, mientras se formaba como artista de manera informal en centros educativos y en talleres, le enseñó, más que técnica, una forma de pensar: “Él fue mi profesor, más que enseñarme cómo coger el pincel, en los ochenta, me dio confianza en lo que pensaba, libertad. Fue un maestro que me permitió moverme con facilidad y tomar riesgos, lo que no se podía en otras escuelas”.
A su vez, el maestro Miguel Ángel Rojas dice de ella que “no trabaja directamente con el cuerpo. Si bien hace entrevistas y documenta habitantes de estos espacios. Su enfoque está en los espacios y sus cargas estéticas, históricas y políticas”.
Escallón acepta que su obra va al concepto, pues trata sobre “el estado de las cosas” y porque cree que, así parezca, no todo el mundo puede ver las cosas. Apuntaba el curador José Roca que, en su proceso de gran heterogeneidad formal, “cada obra sigue un rumbo propio, único y preciso. Es posible, sin embargo, encontrar una constante en el trabajo de María Elvira Escallón: el cuestionamiento de los límites entre lo natural y lo cultural”.
De Luis Caballero dice que fue un gran dibujante y que vivió “según su ley”. Acepta las distancias entre su obra y la del fallecido creador. Sin embargo, en el Land Art y sus exponentes, así como en los Povera ve reflejados algunos de sus intereses plásticos, materiales y reflexivos.
En cuanto a su uso de variedad de medios, se describe como escultora: "Siento que soy una escultora, aunque todas las tallas las han hecho maravillosos maestros talladores que he podido encontrar. No soy talladora. La fotografía me gusta porque quiero preservar una obra instalativa o escultórica efímera".