El lenguaje clásico, un abecedario que permite organizar la danza
Esta historia comienza en la época del renacimiento, cuando los procesos culturales enfrentaban grandes cambios en todo el territorio italiano, mientras los aristócratas celebraban sus bodas con uno de los lenguajes dancísticos más reconocidos de todos los tiempos, el ballet; una práctica que se ha transformado con el paso de los años, gracias al ingenio de importantes personajes como William Forsythe, quien ahora lo utiliza para brindar al cuerpo otras posibilidades en términos de técnica y espacialidad.
Figuras que se pliegan y despliegan en el espacio, cuerpos que funcionan en términos geométricos y líneas planas que pasan a lo tridimensional, hacen parte de esa nueva arquitectura de los cuerpos de Forsythe, que además da paso a un sistema de improvisación donde los bailarines dejan de ser, como en la danza clásica, servidores del coreógrafo, para convertirse en intérpretes que guían sus movimientos con libertad y naturalidad, enmarcados en los diseños espaciales y la composición coreográfica.
Esas ideas del bailarín y coreógrafo estadounidense, contadas por el maestro colombiano Hernando Eljaiek, han tenido eco en diferentes lugares del mundo, como sucede en Colombia, especialmente en la capital, donde se abre la posibilidad de nuevas formas de creación que mantienen vivos los lenguajes clásicos, gracias a la influencia de los artistas que han dedicado su vida a la danza; es el caso de Hernando, para quien el ballet ya no solo representa obras del repertorio romántico como El lago de los cisnes, Coppelia o La bayadera, sino que tiene unas formas diferentes de ser y hacerse para lograr mantenerse en el tiempo.
Hernando Eljaiek es miembro de una familia de artistas; su padre, Abdu Eljaiek, es uno de los más importantes fotógrafos colombianos, que lo guió desde niño al estudio de diversas expresiones artísticas. Por su conocimiento y experiencia como bailarín de ballet y jurado en diferentes convocatorias del Programa Distrital de Estímulos del Instituto Distrital de las Artes - Idartes, sabe que Bogotá está andando hacia esos lugares de transformación de la danza clásica, permitiendo que los cuerpos se acerquen a la improvisación y generando innovadoras propuestas en la escena, sin enmarcarse en las estéticas tradicionales y exprimiendo un poder de comunicación poético.
Muestra de ello es su obra Arreboles del ocaso al alba, un montaje de Arte Danzario que democratizó el acceso a la danza, al integrar un amplio grupo de personas sin tener en cuenta las condiciones estéticas que exige el ballet: mujeres esbeltas y delgadas, y hombres delgados y a la vez corpulentos. Esas proporciones quedaron a un lado en este proyecto de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, que permitió la heterogeneidad de cuerpos: altos, bajos, delgados y robustos, todos en un solo escenario para fusionar el lenguaje contemporáneo con una base del clásico, como muestra de la nueva transformación.
Pero la historia no para allí. De regreso al plano internacional, se conoce la existencia de compañías de ballet, como La Ópera de París, que para sus repertorios de los últimos 10 años han contratado coreógrafos que son evidentemente contemporáneos para transformar sus obras; otro caso se da en Rusia, donde el Ballet Macfeck tomó la danza clásica y le dio una mirada muy contemporánea para llevar a escena una nueva propuesta; lo cual deja ver que actualmente los artistas están permeados por nuevos lenguajes al momento de sumergirse en el mundo de la creación.
De nuevo en Bogotá, el bailarín y coreógrafo Jairo Lastre, recuerda la importancia del ballet entendido, según explica, como una manera de entrar en contacto con la universalidad y de poder comunicarse a partir de unas estéticas del mundo, que permanecen y se transforman por medio de expresiones contemporáneas, es decir, de las diferentes formas de ser, vivir y sentir que tiene el ser humano en la actualidad; de ahí, lo que ocurre en Nueva York, París, Rusia y Colombia, entre otros, con la evolución de la danza clásica.
Los pensamientos de Jairo, quien participó en el proceso coreográfico para la creación de Carmina Burana, la primera producción escénica del Idartes, ponen en evidencia otra forma distinta de ver la danza clásica, esta vez como una técnica que, afirma, se ha convertido también en un buen sistema de entrenamiento en muchos lugares de la tierra: bailarines y compañías quieren hacer ballet porque les permite avanzar en otras tantas obras artísticas; es, en resumen, como un abecedario que, bien adquirido, permite organizar las frases y, en este caso, el movimiento desde sus diferentes lenguajes.
En la práctica, Jairo guía a un grupo de universitarios hacia esa transformación del lenguaje clásico, con una mixtura de técnicas y diversas maneras de crear que a veces empiezan con luz o música, una idea conceptual o un movimiento muy claro; no hay rutas definidas para los bailarines de danza contemporánea y urbana que participan en sus espacios de creación. Tampoco hay verdades establecidas en este proceso, aquí todo es relativo, pero la clave es, según explica, saber mezclar los elementos y no poner cualquier cosa en cualquier lugar y de cualquier manera porque eso sería un atropello.
Este hombre que hace 15 años se radicó en Bogotá para, entre otras, poner el lenguaje contemporáneo a dialogar con el ballet y con las inquietudes o necesidades artísticas del momento, destaca su obra Yunta, cantata para trenzadoras, como otra manera de transformar la danza. Es una mirada de las mujeres que han sido desplazadas del Pacífico colombiano a las grandes ciudades del país; aunque esto no tiene nada que ver con el ballet, permite recoger todo un bagaje ancestral, utilizando como metáfora el trenzado del cabello para generar un lenguaje dancístico que teje la vida a través del movimiento cotidiano.
Tanto Hernando como Jairo coinciden en una idea, tal vez la misma que tiene William Forsythe: la importancia de mantener vivos los lenguajes clásicos en las grandes ciudades del mundo, como una tradición de siglos que ha venido desarrollándose, pasando de la verticalidad al desequilibro (danza neoclásica); haciendo fusión de géneros dentro de la técnica clásica (danza contemporánea); y dando espacio a la improvisación (danza posclásica), tal como lo cuenta la historia en la voz de Hernando Eljaiek.
Es un estudio muy profundo del movimiento, el cuerpo y las emociones, pero que una vez realizado, permite expandir los lenguajes dancísticos más allá de sus propios límites.
Si quiere hacer parte de esta experiencia de transformación de la danza, participe en la Beca de creación en danza – Ciudad de Bogotá que, en su categoría C, fomenta la creación artística en lenguajes modernos, clásicos o neoclásicos, desde la etapa de investigación hasta la promoción y circulación. Inscripciones abiertas hasta el 18 de mayo en este link.
Por Yeimi Díaz Mogollón