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El Museo de las llaves perdidas

El Museo Colonial se ha convertido en el lugar de exploración y juego favorito para la primera infancia en el centro de la ciudad.

En la bulliciosa localidad de La Candelaria se erige el Museo Colonial, un espacio lleno de historia y misterio que guarda secretos ancestrales esperando ser descubiertos. En este lugar tan especial, habita un mono sabio que vaga entre las sombras, observando con curiosidad a los visitantes que llegan en busca de aventuras.

Un día, una dupla de artistas jóvenes visionarios conformado por Angélica Garzón y Camilo Vallejo del Programa Nidos, decidieron explorar cada rincón del museo en busca de inspiración. Entre pinturas antiguas, muebles coloniales y objetos enigmáticos, empezaron a tejer narrativas que cobraban vida propia, transportando a todos a épocas pasadas y despertando emociones olvidadas. “Lo que primero hacemos es un proceso de indagación y de acuerdo a lo que encontramos empezamos a crear narrativas, historias que nos detonen una experiencia artística”, señala Angélica.

Pero lo más sorprendente fue la atención especial que ofrecieron a los más jóvenes, niñas y niños de 0 a 5 años con sus acompañantes,  para quienes, con ingenio y creatividad, crearon dispositivos imaginativos que permitieron a los asistentes, interactuar con las obras de arte de manera única, estimulando su imaginación y despertando su interés por la cultura y la historia.”Esto logra una integración de todas las actividades culturales y me parece muy bonito que ellos puedan ser una población que se tenga en cuenta en la vida cultural”, comenta Pedro, papá de una de las niñas asistentes.

De la exploración de los tesoros del museo, surge una de las actividades más fascinantes, la búsqueda de las llaves perdidas, escondidas en distintas salas del museo. Cada llave abre una puerta secreta que conduce a un mundo de fantasía y diversión, donde los pequeños exploradores pueden bailar, jugar y aprender de forma lúdica y educativa. “Lo que más me gustó fue encontrar la llave”, comenta Miranda al terminar el juego, quien junto a Emily, recorrieron el museo y tuvieron la posibilidad de conocer al mono sabio, quién las guió y ayudó en su labor.

 

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“Al contar estas historias a los niños, se puede ver la historia detrás de cada obra, haciendo que no solo sea una experiencia de observación, sino también interactiva. Así, las familias que nunca habían tenido acceso a experiencias culturales en la primera infancia querrán volver y vivir experiencias increíbles.” El museo se convirtió en un lugar inclusivo y acogedor, donde todos pueden disfrutar y aprender, sin importar su edad o formación.

Así, el Museo Colonial se transformó, cómo menciona Daniela Perdomo, historiadora del museo colonial, en “un espacio vibrante y enriquecedor, donde la cultura se democratiza y celebra la diversidad de formas de aprender y disfrutar del arte”. Los sonidos de risas y asombro resuenan en sus paredes, mientras el mono sabio observa con beneplácito cómo el conocimiento y la creatividad florecen en cada rincón.

En conclusión, el Museo colonial se convirtió en un refugio de magia y aprendizaje, donde los sueños se entrelazan con la realidad, y las puertas se abren hacia un mundo de posibilidades infinitas para todos los que se atreven a cruzar el umbral de la imaginación.