Sala Capital - cortesía Idartes

‘Los efectos del cine son maravillosos en la literatura’

Alberto Salcedo Ramos es el invitado a la franja ‘El cine y yo’, en la Cinemateca de Bogotá.

Bajo el calor aplastante de la una de la tarde, el bus que llegaba a San Estanislao, Bolívar, llamaba la atención del adolescente Alberto Salcedo Ramos, hace más de 40 años. Unas latas de cine amarradas al techo caían pesadamente al ser liberadas y levantaban una polvareda tal que se extendía a todo el pueblo, al cual, informalmente, se le llamaba Arenal.

La escena representaba la esperanza de una noche de película, como lo anunciaba poco después el pregonero local: “Cine Arenal presenta hoy, a todo color, la gran cinta mexicana titulada El valiente vive hasta que el cobarde quiere. Con la estrella internacional Valentín Trujillo”.

Ese recuerdo grabado a fuego en la memoria del hoy escritor Salcedo Ramos es el origen de su afición por el cine, que por entonces estaba referida solo a las cintas de bajo presupuesto exhibidas por el Cine Arenal. “Mi pueblo era un México en obra negra, como un borrador de ese país”, reflexiona Salcedo Ramos. Y se remonta entonces a la frase atribuida al escritor RH Moreno Durán, según la cual el colombiano de clase alta quería ser francés; el de clase media, gringo, y el de clase baja, mexicano.

Alberto Salcedo Ramos es el invitado de la próxima charla de la franja, de la Cinemateca de Bogotá, Idartes y EL TIEMPO, que tendrá lugar el jueves 26 de septiembre. Esa noche, el cronista declarará su amor por las películas viejas y revelará sus manías de espectador que le busca las costuras a los filmes, en busca de ideas para su propia pluma.

“El cine ha dejado una huella profunda tanto en la literatura de ficción como de no ficción –sostiene–. El lenguaje de un novelista es más antiguo que el de un director de cine, entonces, antes el cineasta iba a remolque del novelista. Pero ahora, hay unos efectos del cine que son maravillosos cuando se aplican a la literatura”.

En la aduana cinematográfica de Salcedo Ramos, los pasaportes mexicanos dieron paso a los estadounidenses, pero luego también fueron admitidos los italianos, no pocos británicos y algún taiwanés.

Mientras vivió trece años de su infancia en San Estanislao, nunca vio una película con subtítulos, pues todas provenían de México y ni siquiera clasificaban las de la edad de oro del cine mexicano, sino que venían plagadas de charros, pistolones y rancheras.

De esa edad infantil y juvenil pasó a una etapa más intelectual, cuando llegó a estudiar en la universidad, en Barranquilla.

Sin embargo, desde entonces desconfía de las escenas demasiado descriptivas o de las reflexiones tediosas que pretenden ser profundas, las cuales asimila con la analogía de unas meretrices francesas que aparecieran citando a Kierkegaard: “A mí, en realidad, me gusta que pasen cosas en las películas”.

Con esa misma preferencia, el escritor ha sabido construir crónicas poderosas, impregnadas de acción, que perfectamente podrían derivar en guiones de cine, como las historias de sus libros ‘La eterna parranda’, ‘El oro y la oscuridad: la vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé’ y ‘El testamento del viejo Mile’.

El próximo jueves, Salcedo Ramos hablará también de documentales, pues, como buen periodista, estos le permiten adentrarse en historias llamativas, pero desde la mirada del reportero.

 

pieza Franja El cine y yo

 

Por ejemplo, disfrutó mucho el trabajo investigativo del alemán Wim Wenders para su célebre documental ‘Buena Vista Social Club’. “Una anécdota de esa película le ocurrió con Compay Segundo, a quien Wenders estaba entrevistando en el malecón de La Habana. Cabe recordar que Compay Segundo ya era un hombre de unos 96 años y de pronto vio una morena despampanante. Paró la grabación y exclamó: ‘¡Quién tuviera 80 añitos!’ ”.

Y en sus gustos personales tampoco puede faltar su admiración por los boxeadores, razón por la cual promete hablar de alguna escena pugilística llevada al séptimo arte, pero eso sí, que no sea en cámara lenta, porque le agrega un melodramatismo innecesario.

En sus últimos años, Salcedo Ramos ha bebido de las fuentes del cine clásico, pero confiesa ser cada vez más amante de la comodidad: “Me aburre la parafernalia de ir a cine. No el cine, sino que me aburre hacer fila, sentirme incómodo... prefiero ver una película en casa. Si quiero, la paro, voy al baño, me detengo a preparar un café. Soy muy mañoso para ver las películas. El cine me parece dictatorial. Si uno se duerme, se jodió. En la casa, en cambio, puedo retomar la película al día siguiente”.

Pese a todo, aún considera que nada reemplaza la experiencia de ir a una sala de cine y sumergirse en el encanto de la oscuridad y una buena historia.

Una filosofía similar fue la que inspiró a los creadores de la franja El cine y yo. Sus charlas permiten reconocer en este arte un medio íntimamente ligado a la vida de cualquier persona, no solo de los expertos en cinematografía.

Por medio de los títulos preferidos de sus invitados, la franja ha contado anécdotas vitales de personajes tan diversos como un futbolista (el exarquero de la Selección Colombia Óscar Córdoba), un músico (el rapero Gambeta, de la banda Alcolirykoz) y una artista plástica (la maestra Beatriz González).

Entrevista realizada por Julio César Guzmán, periodista de El Tiempo