Dímelo todo, pero dímelo en cien palabras
Llegando con mis amigos al lugar de mi ceremonia de graduación, se me acerca una señora de
apariencia pobre, justo en la carrera Novena, y me dice, mijo, ¿para dónde vas tan elegante?, y le respondo, a la ceremonia de un amigo y voy tarde, ¡hasta luego!, y mis amigos me preguntan, quién es ella, y les digo, no sé. Horas más tarde llego a mi casa y no sé cómo pedirle perdón a mi mamá.
La vergüenza que rompe el corazón*
Hace diecinueve años surgió la idea de adelantar un concurso literario, de relatos breves, que plasmara imágenes, momentos, sucesos, historias o aventuras de la vida urbana contemporánea de Santiago de Chile. La Fundación Plagio, bajo la premisa de que todos los ciudadanos tienen algo que decir decidió lanzar una invitación pública y participativa, abierta a todos los habitantes de la capital chilena, que se convirtió en una radiografía de la ciudad y de cada uno de los momentos históricos, no solo de quienes escriben los relatos, sino de todos los santiaguinos, año tras año, y lo más interesante: en solo cien palabras.
Inspirados en la versión chilena, hace tres años, La Secretaría de Cultura, Recreación y Deportes, el Instituto de Distrital de las Artes – Idartes, la Cámara Colombiana del Libro y la Secretaría de Educación, se asociaron con la fundación chilena para lanzar el mismo proyecto, con la misma idea, en Bogotá. Así, en 2017 se desarrolló la primera versión recibiendo nueve mil relatos; desde entonces este proyecto ha crecido vertiginosamente adquiriendo, cada vez, más reconocimiento y participantes. El año pasado fueron aproximadamente 5000 concursantes adicionales a esa primera cifra, es decir, casi se logran los 14.000 relatos.
Para quienes trabajan en la estructuración y desarrollo del concurso Bogotá en 100 palabras es claro que este ejercicio, a través de esas miradas personales y cotidianas de los escritores, es una novedosa manera de hacer de un proyecto colectivo de exploración literaria urbana una lectura íntima de lo que es una ciudad, cualquiera que sea.
Subiste en Universidades, ¿casualidad? No llevabas prisa y te dejabas llevar por el viento. Calle 26 y cruzamos miradas, el corazón se aceleró y sonreíste, ¿qué sucedería si no fuéramos tan cobardes? Luego Av. 39, le pido al cielo que no termine, me miras como si no lo notara, tarareas una vieja canción. Calle 57, ¿visitaríamos el Jorge Eliécer Gaitán para un concierto? Calle 72, ¿tomaríamos vino en el Chorro? Te pediría que nos quedáramos a escuchar cuenteros. Calle 76, ¿saldríamos a ciclovía los domingos?, ¿haríamos el septimazo hasta la Plaza? Incierto. Bajé en Héroes, tu sonrisa bajó conmigo.
Fugacidad**
Bogotá en 100 palabras no solo genera la participación ciudadana, también una reflexión de esa construcción colectiva de ciudad y la posibilidad de formarse en metodologías de enseñanza, creativas y más democráticas. Fomenta la lectura a través de la publicación y circulación, en formato impreso y digital, de los 100 mejores cuentos de cada convocatoria. Todo esto, sin mencionar los talleres de escritura que se hacen en distintos espacios como cárceles, campamentos, centros para migrantes y clubes de escritores, entre otros, logrando también la integración de población vulnerable.
Para participar de este maravilloso concurso, ser el ganador, recibir una mención especial en cada una de las tres categorías o estar entre los 20 relatos destacados, los concursantes deben residir en Bogotá, escribir sobre la ciudad o un tema que se relacione con ella, deben ser inéditos y no tener más de 100 palabras sin incluir el título. Un jurado conformado por tres escritores, tiene la responsabilidad de leer los cuentos pre seleccionados por un grupo de prelectores que deben leer los miles de relatos que llegan cada año, para que así se puedan elegir los 100 mejores, incuidos los 24 ya mencionados.
Bogotá en 100 palabras, un concurso de relatos breves que propende por fomentar la escritura y la lectura, de manera incluyente y participativa, en personas de todas las edades y ámbitos, en una ciudad que fue la primera en latinoamérica en recibir el título, instituido por la Unesco, de capital mundial del libro en 2007. Una capital cosmopolita llena de habitantes, nativos y migrantes, todos residentes, que tienen mucho que decir, siempre hay mucho que decir, pero en relatos creativos, cortos, de máximo 100 palabras.
Todos los días nos paramos en la esquina de la Jiménez. A mi papá poco lo miran. Preparo el tarrito de monedas. "¡A trabajar!" —me dice—, atrapado en su traje de astronauta. Y en ese momento se paraliza por completo. Cuento las monedas una y otra vez. Llueve un poco mientras el sol mira por un instante hacia la plaza. En la noche, cuando todos se van, mi papá por fin me habla. Camino a casa me cuenta las aventuras que vivió en algún rincón de otra galaxia.
Gravedad***