Con más preguntas que respuestas nace la dramaturgia
18 de febrero de 2017, La Plata, Argentina. Un hombre de aproximadamente 45 años llega en toalla a la empresa de energía para bañarse. En las páginas del Clarín se puede ver una foto desenfocada, acompañada del texto: Desnudo. La insólita protesta de un docente platense en Edelap. Al siguiente día, cuando el periódico llegó como de costumbre a las puertas del vecindario, comienza a escribirse una nueva historia para explicar, a través del arte, qué lleva a un hombre común a ese estado de neurosis para enfrentar un sistema y luchar por un derecho fundamental.
Esa era una mañana común, María Adelaida Palacio comenzaba el día leyendo los periódicos argentinos, de los que siempre ha admirado su narrativa particular en la manera de contar historias. El titular de aquel hombre en toalla llamó su interés, con una mezcla de gracia y curiosidad; mientras leía los siete párrafos de la noticia, una nueva idea llegó a su mente, donde permanece intacta la pregunta que la motivó a dedicarse por completo a la escritura creativa, eso fue en el 2012: ¿Cómo ver y organizar el mundo a través de la dramaturgia?
Aunque María Adelaida ya tenía un importante registro de obras, incluso desde que comenzó sus estudios de teatro en la universidad a los 18 años, cuando, recuerda, escribía sus obritas y ayudaba a hacer las de sus compañeros; ese año 2012 marcó la individualidad de su escritura, era el momento de hablarle al mundo, a través del arte, sobre los sistemas sociales pero, especialmente, de aquellos invisibles que vigilan y controlan, ejerciendo una forma de buen vivir: lo correcto y lo incorrecto.
Bajo esa premisa, Pablo Blesa, el docente en la empresa de energía de La Plata, fue inspiración para escribir la obra que deja ver cómo un sistema puede oprimir al ser humano. La anécdota se contó ya no a través de Pablo, sino de La triste vida de Joaquín Florido, un hombre que está pidiendo a gritos emanciparse del sistema como tal vez muchos en el mundo quisieran hacerlo. Es un grito de auxilio el que se expone en esta obra de María Adelaida, donde se puede ver cómo una persona del común se enfrenta a un monstruo para reclamar lo que le pertenece.
En cada renglón del escrito se detalla la investigación realizada para entender cómo se puede ir la vida de una persona tratando de encajar y permanecer en el conjunto de procedimientos que regula el funcionamiento del mundo, para finalmente, en el momento en que incumple la norma, salir del sistema. Eso es lo que le pasa al personaje de la obra que ganó el Premio de dramaturgia Teatro en estudio, otorgado por el Instituto Distrital de las Artes – Idartes a la escritora y actriz María Adelaida Palacio.
Esta mujer antioqueña, que dice estar más llena de preguntas que de respuestas, ha pasado sus mejores momentos entre la realidad y la ficción. Durante seis años escribió con el grupo La maldita vanidad, creado con sus colegas durante la maestría en escrituras creativas, hasta que su voz interior la llevó a la independencia, era el momento de dedicase a escribir desde su individualidad; a partir de entonces ha creado decenas de obras como la de Joaquín Florido y No todos los días sale el sol. Esta última para tratar otro de los temas centrales de sus creaciones: la violencia de género.
Y es que para ella, el teatro permite conocer cómo organizamos nuestros pensamientos del mundo alrededor de un escenario, de ahí la importancia de generar diálogo a través de la narrativa; una gran conversación que es fundamental para tratar temas que se han convertido en verdades establecidas y que, a veces por temor, no se ponen sobre la mesa, pero que esta mujer de 37 años si llevó a las tablas en el 2018, para abrir ese diálogo necesario y, quizá, para hacer posible la búsqueda de soluciones a una realidad que aqueja fuertemente a la sociedad.
María Adelaida recuerda que fue en una casa antigua ubicada sobre una de las vías con más historia en la capital antioqueña, la calle Bomboná, donde se enamoró por primera vez. Tenía apenas 12 años cuando unos Angelitos empantanados flecharon su corazón, fue un coqueteo mutuo. La obra teatral basada en la novela de Andrés Caicedo hizo despertar en esta niña un sentimiento amoroso hacía el arte dramático que, desde entonces, no se ha desvanecido.
Ese amor la invade cada vez que toma lápiz y papel para escribir una nueva obra; sentimiento que se refuerza con todo el conocimiento adquirido durante sus años de estudio artístico, que comenzaron levemente luego de ver esa historia para jovencitos en el Teatro Matacandelas, eso fue en 1993. Para María Adelaida es claro que la escritura genera muchas emociones, pero lo suyo es placer, es satisfacción, es disfrutar cada momento y estar enamorada con cada línea, como lo estuvo mientras escribió, entre otras, la historia de Joaquín Florido.
Ahí es donde comienza la dramaturgia, en un estado emocional que no tiene afán de ser expresado, sino que, como explica María, requiere espacio para crear, escribir cada letra, descansar por un tiempo, retomar el rumbo de los personajes, hilar la historia y, al final, leer con amigos que confrontan la escritura y gozan con cada palabra, haciendo una venia para pasar a la siguiente etapa; en el caso de Joaquín Florido, para que la autora presentara la obra en aquella convocatoria del Programa Distrital de Estímulos que ganó en el 2019.
Cuando recuerda su proceso de creación, María Adelaida sabe que no tuvo prisa alguna, no fue algo que, como indica, terminó en dos meses con la única intención de enviar a un concurso; por el contrario, fueron casi dos años de trabajo que comenzaron en el 2017, luego de leer la noticia del Clarín, y finalizaron justo cuando abrían los estímulos del Idartes. Ahora, con el espaldarazo recibido con el Premio y toda su pasión por el arte dramático, esta mujer enamorada de la escritura prepara lo que será el lanzamiento de Florido; aún no se tiene fecha, pero habrá un día y un teatro para esta historia.
Mientras eso sucede, María Adelaida dedica gran parte de su día a escribir, entre compartir conocimiento con los estudiantes de su clase en la universidad, asistir a ensayos y actuar. Cuando sus historias se desvían del camino, se detiene y pregunta: ¿Usted pa´ donde va?, pero luego sigue tecleando decidida, con las expectativas tan altas como cuando se presentó a la convocatoria, y con la plena seguridad de que podrá llevar a escena la historia de Joaquín Florido y la de otros tantos personajes en los que trabaja, como asegura, con paciencia y buen andar.
Por Yeimi Díaz Mogollón