Mujer recostada.

Adiós a Gloria Zea, la luchadora de la cultura

La gestora cultural falleció a sus 84 años en la Fundación Cardioinfantil de Bogotá.

Murió Gloria Zea, la mujer que le apostó al fortalecimiento del Museo de Arte Moderno de Bogotá - MAMBO. Desde 1969 cuando asumió su dirección. Quienes la conocieron la definen como una mujer valiente que ocupó un rol impensado en su época. Su trabajo más valorado es el de dejarle a la sociedad colombiana una colección de 6.636 obras que en sus palabras consiguió con “hígado y sangre”. También se le reconoce la ampliación y consecución de los terrenos actuales del Museo de Arte Moderno, la restauración del Teatro Colón, el Camarín del Carmen, el Museo Nacional, el Museo de Arte Colonial de Bogotá y la Biblioteca Nacional.

En el siglo xx no existía una entidad encargada de recopilar y preservar el arte moderno del país. La labor de Zea se ligará por siempre al MAMBO. “El Instituto Distrital de las Artes - Idartes, lamenta la muerte de Gloria Zea, un ícono de la gestión cultural en Colombia y quien fue una de las personas fundamentales en el fortalecimiento del Museo de Arte Moderno de Bogotá y quien aún hoy seguía al frente de la Institución Ópera de Colombia”, dice Juliana Restrepo, directora de la entidad.

La primera exposición a la que le apostó Zea fue la de Alexander Calder. Gestionó el préstamo de Tres mujeres de Picasso con el MoMa de Nueva York. Su segunda exposición reconocida involucró a Andrés de Santamaría, una aventura que la llevó a buscar sus pinturas en Bélgica y en los Llanos Orientales colombianos. Pero su profundo gusto musical también la hizo resaltar en las esferas culturales del país. Así lo explica Jaime Cerón, subdirector de las artes de Idartes, quien reconoce a Zea en dos campos de trabajo “el arte moderno y la ópera. Por eso sus principales legados son el Museo de Arte Moderno y la Fundación Ópera de Colombia. En sus inicios en el Museo fue muy importante, su conexión con el MoMa, así como su rol al frente de Colcultura por cerca de una década”.

Recordar a Gloria es admitirla en la locura de la que se jactaba. Sus vínculos innegables con el expresidente Belisario Bentancur a quien definía como un hombre vertical e integro. Sus búsquedas del placer a través de artistas como Alejandro Obregón y su expareja, el pintor colombiano Fernando Botero, con quien tuvo dos hijos. Pensar en ella es verla al lado de los principales artistas colombianos: Grau, Édgar Negret, Ramírez Villamizar y Carlos Rojas, algunos de sus más cercanos. Repasarla es evocar aquella imagen recurrente en la que se definía como un águila en la vida, que debe ir desplegando las alas para averiguar qué tan lejos y qué tan alto puede uno volar.

El legado de Zea no solo está en su cuantioso esfuerzo por la cultura del país. También en su vida misma. En las conversaciones interminables con sus amigos, en su exigencia y repudio por la mediocridad, en la añoranza de reconciliación para el país, en los escapes a su finca en Tabio donde reconocía su propia paz, y en su terquedad, que la llevó a romper con los paradigmas del lugar destinado para la mujer en la sociedad.

La destacada gestora cultural decía que se divertía mucho con ella misma. Se sentía muy bien en su piel. En algunas de sus últimas entrevistas recordaba la importancia de luchar por Colombia. Aseguraba que el privilegio de vivir en un país como el nuestro es que “uno tiene todavía la oportunidad de dejar su huella. Hay tanto por hacer, tanto por contribuir, que lo más bello es poder dejar la huella”. Y no se equivocaba.

*Fotografía - Archivo Digital de Noticias de Colombia ELTIEMPO.COM