La voz y la cosa, explorando la inmaterialidad de lo material
La voz y la cosa, explorando la inmaterialidad de lo material
La artista plástica y compositora colombiana Adriana García Galán se ha interesado por explorar las relaciones entre lo comunicativo, lo musical y lo sonoro. Ha explorado fenómenos como los himnos, los discursos y campañas políticas, sus propios pensamientos y su voz para comprender dichas interconexiones. Ha explorado con grabaciones vocales, con el silencio y con la música. Fue DJ en los años 90 y ha compuesto temas para producciones audiovisuales, como los largometrajes colombianos Virus Tropical y Ventana del tiempo.
Con el propósito de seguir explorando lo comunicativo y el lenguaje, García estará desarrollando La voz y la cosa, un ejercicio sonoro que partirá de un intercambio verbal utilizando distintos objetos como excusa. García, ganadora de la Residencia CKWEB de arte sonoro y/o contenidos radiofónicos experimentales en el Centro de Arte Sonoro – CASo en Buenos Aires, Argentina, estará desarrollando su proyecto en este centro a partir de la tercera semana de noviembre hasta mediados de diciembre.
¿Cómo llegó a interesarse por lo sonoro? ¿Cuáles fueron sus primeras aproximaciones y exploraciones?
Siempre me he interesado por la música, aunque mis primeras aproximaciones con el sonido, como tal, iniciaron con una exploración de la relación entre personas a partir de sus intereses musicales. A finales de los años 90 cargaba con una grabadora de periodista y le pedía a las personas que cantaran un fragmento de su canción favorita sin tener claro un objetivo en particular, pero sabía que quería analizar la dimensión social hacia lo musical. De la comunicación y el lenguaje.
Más adelante empecé a trabajar en un proyecto en el que también tomé la música como un punto de partida, pero esta vez con un pretexto más contextual: el de la guerra colombiana. Investigué acerca de los distintos movimientos, desde los legales hasta los ilegales y, al entrar a sus páginas oficiales encontré el himno de cada uno. Este fenómeno me llamó mucho la atención, el de la música como un elemento de cohesión y de identidad. Al principio compartí un documento –con música y las letras de los himnos– y más adelante, tras haber estudiado mi maestría en Estudios Culturales, abordé la misma temática sobre la materialidad y el aspecto histórico de la creación de estos personajes que conviven en una forma musical particular, la de los himnos.
Paralelamente, también desarrollé otros proyectos sobre ese compartir que genera lo musical y empecé a crear música para proyectos audiovisuales experimentales, entre ellos algunos de animación.
¿Qué otras aproximaciones o vertientes ha experimentado en torno a lo sonoro?
Más adelante, pensando en estos mismos himnos, me empecé a interesar por la relación con la palabra, particularmente por los discursos y la manera en la que se articula la palabra en una materialidad acústica. Una relación que despierta muchas pasiones. A partir de esta idea empecé a experimentar poniendo en escena discursos y campañas políticas en voces de beatboxers para que ellos pudiesen re-interpretar y moldear las palabras, causando que las palabras tomen otro sentido, uno que permite un acercamiento a otra vertiente del arte de la retórica y la oratoria.
Realicé varios trabajos en esa dirección, siempre con un enfoque por lo comunicativo.
¿De qué otras maneras ha relacionado la palabra, como la de estos discursos políticos, con la plasticidad sonora?
Todo partió de un interés por la música, de aquella articulación entre palabras, ritmo y melodía podía llegar a ser una canción. Es entender cómo se compone una musicalidad que está ligada a una imagen, a palabras o a cualquier otra cosa… Se deben tomar decisiones para darle sentido y preguntarse ¿Qué pasa si se repite una parte? ¿Qué poner junto a qué? ¿Qué pasa si es reinterpretado?
Más adelante di otro paso: el de trascender de mi rol como espectadora o grabadora de voces y trabajar con la mía y con mis propios pensamientos. Hice varios proyectos performáticos, entre ellos Lengua, lenguaje, persona, silencio. En esta obra transcribo mis pensamientos en tiempo real –siempre en silencio–, que al tiempo se iban proyectando en una pantalla. Aquí analicé el lenguaje y el texto, el sentido de las palabras, de lo textual y de las interpretaciones. Por otro lado, mi obra Ruidosa es un video performance basado en una composición sonora sobre mi propia voz dispuesta en distintos dispositivos, en unos carros con altoparlantes.
¿Cómo es el proceso de creación de sus proyectos sonoros?
Hasta ahora voy realmente a empezar a explorar la creación sonora a partir de estos elementos. Con Ruidosa hubo una improvisación entre lo comunicativo del lenguaje y el sonido de mi voz, pero con el nuevo proyecto de la residencia que haré en el Centro de Arte Sonoro – CASo quiero jugar más con la plasticidad, así como lo han hecho otros artistas sonoros que experimentan con el lenguaje como Lily Greenham.
¿De qué trata su nuevo proyecto?
La voz y la cosa está anclado en los objetos y en nuestra relación con lo material. En realidad, los objetos son una excusa para discutir con el otro lo que le interesa del encuentro y de las cosas como tal. Estos intercambios serán grabados y luego los voy a manipular hacia lo plástico. Quiero explorar qué pasa si lo pongo al revés, o lento, si se repite o no. Quisiera convertir lo material en algo inmaterial, formar estos sonidos casi como si fueran un material escultórico. También quiero explorar la historia de cada objeto, que son como fantasmas o ecos de lo material que se relaciona con las personas.
¿Por qué utilizar los objetos como excusa? ¿Cuál es su interés por la cultura material?
Me interesa cómo nuestra sociedad siente la necesidad de agarrarse de algo. Vamos cogiendo cosas, algunas más trascendentales que otras. Vamos transitando por la vida buscando algo de qué aferrarnos. En mi obra Arqueología de superficie exploré un poco esta temática. Es una colección de pequeños objetos recogidos del piso doméstico dispuestas en una repisa. Ahí se generó esa inquietud, empecé a pensar en la magnitud de las cosas y hasta dónde lo podría llevar a uno, qué trascendencia se les puede dar.
La obra de Una cosa es una cosa de María Teresa Hincapié me hizo pensar en esto. No habla de los objetos como tal, solo los dispone en el espacio, dispone todas sus pertenencias con una parsimonia y una lentitud increíble. Además, en entrevistas menciona qué es cada objeto y le atribuye una dimensión espiritual. Por ahí va mi interés también, ¿cuál es el recuerdo de esos objetos? Salir de ellos para llegar a otras realidades más humanas.
¿Cómo tiene pensado desarrollar su proyecto técnicamente? ¿Qué herramientas ha considerado?
La voz y la cosa va a ser un proyecto acumulativo. La idea es grabar los encuentros que se vayan a desarrollar durante la residencia e irlas instalando inmediatamente en el espacio con un parlante pequeño; ir disponiendo de forma sonora lo inmediato del día a día. Al final, todo estará sonando al tiempo, lo que requerirá cierta atención del oyente para identificar y entender, para desglosar esa composición acumulativa.
Adicionalmente, durante el mes de la residencia tengo organizadas unas sesiones de improvisaciones cada ocho días. La idea es tener un espacio performático que parta del objeto, que haya una discusión en vivo y podamos jugar con las palabras. Desbaratarlas, desglosarlas, un performance con el lenguaje y lo sonoro.
Acerca de Adriana García
Además de ser magíster en Estudios Culturales, también cuenta con un posgrado en Arte de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lyon, Francia y un Diplomado en Planeación y Gestión Participativas del Desarrollo Cultural Municipal de la Universidad Jorge Tadeo Lozano en Bogotá, Colombia. Algunas de sus obras como artista plástica se encuentran en colecciones públicas como el Fondo Regional de Arte Contemporáneo, el Fondo Nacional de Arte Contemporáneo y el Centre Pompidou, los tres en Francia, y en la Fundación Mario Scarpetta y en Lugar a dudas en Cali, Colombia.
Crédito imagen: Federico Bottia