Marta Gómez, cantautora
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Marta Gómez: una artista que hace de la música su territorio

Hablamos con la cantautora colombiana sobre su experiencia fuera del país.

Celebrando sus veinte años de carrera discográfica, Marta Gómez se define a sí misma como una artesana de la música. Su premisa es sencilla pero potente: la música es su pasión pero también su oficio, por lo tanto la mística del arte no va en oposición a las lógicas del mercado, sino que están íntimamente relacionadas. “Soy parte de un sistema económico y mi oficio es el de músico”, dice Marta, quien asegura que esta fue la primera y más grande lección que aprendió a sus 18 años cuando salió de Colombia a estudiar música en Berklee y a emprender su carrera artística. 

Al otro lado del teléfono y a ocho horas de diferencia desde su casa en Barcelona, la cantautora responde esta entrevista sobre su experiencia como artista migrante con la misma voz dulce y sabia que impregna sus canciones. 

¿Cómo diría que influyó el cambio cultural y geográfico en su creación musical?

He llegado a la conclusión de que lo más cambió en mí fueron las letras de mis canciones. Aunque siempre fui una niña muy melancólica, cuando migré sí sentí esa sensación de extrañar: salir de la casa de mis padres a los 18 años, dejar a mis sobrinas que eran chiquiticas y con las que ya había un vínculo muy fuerte. Esto me cambió profundamente y todas las letras que empecé a escribir fueron de añoranza por todo lo que dejaba atrás. En Colombia componía al amor o a otros sucesos cotidianos, pero al tomar distancia el tema fue esta nostalgia que hasta ahora está impregnada en todas mis canciones. 

¿Qué perspectivas del quehacer artístico cambiaron desde que migró?

Mucho cambió. Yo ya trabajaba en Colombia, ya la música era un oficio para mí, pero cambió la manera en la que yo me acerqué al trabajo, porque en Berklee, donde yo estudié, eran muy enfáticos en que teníamos que vivir de la música. En Colombia, yo veía esto como algo opuesto: el que es artista se preocupa por su arte y el otro se preocupa por el dinero. Había un poco de vergüenza de cobrar por lo que uno hace y uno llega un poco ingenuo al negocio de la música. En Estados Unidos veíamos clases enteras de Music Business, de cómo cobrar, de cómo hacer un contrato, de qué esperar si nos firmaba una disquera, de cómo vender nuestro producto. Entonces yo creo que ese fue el principal cambio que sentí al dejar Colombia y entrar a un mercado musical en Estados Unidos donde la música es un oficio más, es decir, yo no me consideraba una estrella ni me estaba preparando para eso, sino para ser una artesana de la música. Así como cobra un médico o un plomero, así mismo debe cobrar un músico. 

¿Su música ha adoptado elementos de las culturas y lugares en los que ha vivido? 

Por supuesto. Cada lugar, cada música, cada persona que conozco influye de manera directa en mí lo quiera o no. Incluso la música que no me gusta está en la música que hago. Yo creo que somos esponjas que estamos siempre absorbiendo todo, que nunca inventamos algo de cero en la música ni en la palabra. De España estoy segura que tengo algo aunque no sea evidente: algún acorde de la cultura flamenca o alguna manera de cantar, no solamente por vivir en España sino por los músicos de España que me han influenciado tanto. La música de Javier Ruibal o de Pedro Guerra está siempre sonando en mi casa, así que espero que algo de ellos se refleje en lo que hago. De Estados Unidos hay cosas del jazz o del pop que seguro tengo, hay cosas de la salsa que yo crecí escuchando en Cali, de lo folclórico, de los lugares que conozco. Soy permeable a todo y eso me encanta. 

¿Cuál es el poder más grande de la música?

Para mí, el hecho de cambiar vidas, tocar el alma del ser humano. Es algo que me sigue maravillando, es la razón principal por la que escogí y sigo escogiendo este oficio día a día, pese a sus dificultades. Saber que la música es capaz de mover una fibra que nada más mueve, esa manera de comunicarnos a través de la música de alma a alma sin importar si esa persona me entiende, o le caigo bien o es de mi cultura. Eso me encanta y me maravilla. 

¿Qué consejo le daría a otros músicos emprendiendo esta carrera dentro o fuera de su país?

Yo creo que el motor principal para hacer música debe ser siempre una necesidad de nuestro corazón. Que no nos impulse nada más: que no estemos preocupados por la fama o por un estilo de vida que nos han vendido, porque si esto llega debe ser un extra. Y es un consejo que doy porque la música debe ser auténtica en cualquier estilo, pues si no hay pasión no vamos a lograr vender. Si hemos disfrutado el camino y disfrutamos de cada concierto por pequeñito que sea pues no importa si no llega la fama, porque hemos disfrutado lo que hacemos.  

Como parte de esta celebración de dos décadas discográficas, el próximo 7 de octubre Marta Gómez presentará un concierto sinfónico en compañía de la Orquesta Filarmónica Juvenil de Bogotá, en el cual, en presencia del público, se grabará su disco número 20 en el Teatro Colsubsidio. También, enmarcado en este festejo, realizó una serie de cápsulas para contar la historia detrás de sus canciones, y se encuentra produciendo un documental sobre su historia. 

Ya son más de cien canciones que nos ha dejado esta artista colombiana merecedora de un Latin Grammy. Canciones que se vuelven refugio de muchos, canciones que vuelan para encontrar recuerdos, canciones universales que tocan corazones y que se vuelven tan propias como es propio un idioma, un abrazo o un sentimiento.  

La experiencia de Marta Gómez da una introducción a las voces que compartirán sus experiencias como artistas y gestores en el extranjero en el marco del Encuentro de Músicas Migrantes que organiza el Idartes. MUMI es un espacio en el que las fronteras se diluyen y convergen las historias de vida de creadores musicales cuya trayectoria se ha visto atravesada por el movimiento y traslado de latitud. El encuentro se llevará a cabo de manera virtual, y sucederá entre el 4 y el 8 de octubre de 2021 mediante un foro y un conversatorio.