Las palabras se vuelven frágiles en la memoria, volubles, se amoldan según el sitio hacia donde las llevamos, la distancia las distorsiona.
Mariana Oliver
La primera vez que la palabra cometa se utilizó para referirse a un cuerpo celeste fue en francés y en el año 1.140. Tomaron la raíz latina cometes, que a su vez viene del griego komêtês y significa peludo porque eso parece desde la Tierra, algo que atraviesa el cielo con una larga cabellera que lo sigue. Por su parte, la raíz dei comenzó a usarse para referirse al cielo luminoso pero más tarde se convirtió en la base de las palabras que hablan de dios.
El libro Las palabras del cielo del astrónomo y director de investigación del Centre National de la Recherche Scientifique de Francia, Daniel Kunth, está repleto de datos como estos. En un ejercicio que se debate entre la etimología, la poesía y la ciencia, muestra cómo hemos moldeado nuestro lenguaje a partir de la observación del cielo y también cómo los nombres que damos a todo lo que se puede ver allá arriba cuenta, de alguna manera, un pedazo de la historia de la humanidad.
En el año 1991, Kunth fue invitado por la actriz Jeanne Moreau a un programa de televisión llamado Mon zénith a moi(Mi propio cénit). Su papel en el show era explicar el “sentido astronómico de la palabra cénit, su lugar en la cultura y sus sentidos ocultos”. Fue ese el momento en el cual el investigador empezó la búsqueda por los puntos de unión entre la astronomía y el lenguaje y así la confección de este libro que demuestra que ambas disciplinas se superponen y mantienen una relación de mutualismo.
A través de ensayos fragmentados y pequeñas listas con expresiones comunes que toman de referencia cuerpos celestes, como “vivir en la Luna” para referirse a ser un soñador o “nada nuevo bajo el Sol” para hablar sobre lo conocido, Kunth demuestra que estamos haciendo préstamos constantes al cielo y que, contrario a lo que se pensaría, el nombramiento de un astro por parte de un científico se ha convertido en acción poética.
En la introducción del libro, el investigador y físico Jorge Wagesnsberg escribe que “cada vez que una palabra cruza una frontera se carga de nuevas esencias y se deshace de antiguos matices superfluos”. Las palabras son elementos robustos, pues cargan en ellas la memoria de lo que han sido; las citadas en este libro han recorrido caminos largos para terminar arriba, a la vista de todos.
Las palabras del cielo
Daniel Kunth
Editorial Gedisa
151 pag.
Por Andrea Uribe
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