Mapping, cuerpo y danza, Edna Orozco en el Gaitán
Cuando Edna Orozco escuchó por primera vez el concepto de VJ, aquel que se encarga de hacer sesiones visuales, mezclando en directo loops de video con diferentes ritmos, supo que por fin había encontrado el canal que le permitiría hacer música para los ojos; arte para las personas con dificultades comunicativas. Un VJ podría ayudar a que una persona sorda pudiera sentir la emoción que evoca la música, ese mandato imperioso que invita a bailar y a moverse.
El interés por este tema había nacido años antes. Su trabajo de graduación de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana consistió en una investigación que combinaba ciencia, arte y mística; motivada por la curiosidad que le generaba pensar en imágenes con sonidos y, en general, por todas las posibilidades que le permitía la ciencia ficción, la manifestación artística pionera en esa conjunción de saberes, según ella.
Pero no solo se trataba de curiosidad. Antes de terminar la universidad, trabajó como encargada de las visitas pedagógicas del área de Lenguaje y Comunicación de una fundación y sintió la necesidad de escoger lugares relacionados con su interés de incluir a las personas con dificultades comunicativas en estas actividades. Así que logró que, entre otros lugares, estuvieran el Instituto Nacional para Ciegos INCI y el Instituto Nacional para Sordos INSOR. "Una experiencia increíble; muy conmovedora. Hablar con el director del INCI, que además era una persona invidente desde que nació, me hizo llorar, pues describía mucho mejor los lugares que aquellos que sí podían ver", recuerda con gratitud.
Siguiendo ese camino dirigido a desarrollar un universo incluyente, luego de graduarse, Edna* hizo un experimento con su amiga y excompañera de la universidad María Buenaventura. Con un mezclador análogo de video, dos televisores y un VHS de la película 1984, María hizo efectos y cortes visualmente muy llamativos y hasta sinestésicos. Desde ese día, la artista se enamoró perdidamente de ese lenguaje y se puso en la tarea de ver cómo desarrollaba un proyecto que combinara las artes con la tecnología y las máquinas.
En 2003, se acercó a un grupo de amigos de un colectivo musical denominado Ultrabass, dedicado a organizar fiestas, a quienes les propuso hacerles los visuales. En las paredes, montaban televisores interconectados para hacer las proyecciones o alquilaban los escasos proyectores que se encontraban en ese entonces. El escenario inicial de experimentación de Edna fue la fiesta electrónica.
Un par de años después, decidió montar junto con sus amigos un colectivo de video denominado Video Populi. Con ellos fundó un festival que llevaba el mismo nombre, el cual empezó con algunas apariciones en la entonces Cinemateca Distrital y el Museo de Arte Moderno de Bogotá, donde presentaron varias muestras de video experimental, interactivas y performáticas. "Fue algo increíble. Había filas y filas de gente esperando para entrar. El entonces director de la Cinemateca, Efraín Bahamón, dijo que nunca había pasado algo así", cuenta.
Antes de dispersarse, lograron llevar las muestras de video a uno de los templos religiosos icónicos de México; a un festival de video hecho por mujeres en India; y a Argentina, Venezuela y Alemania, país donde vivió algo más de seis años.
En 2007, se radicó en Berlín con su entonces pareja, un croata que era DJ y a quien había conocido en Colombia, en el festival de cultura y música electrónica Bogotrax. Él hacía parte de la escena subterránea de la electrónica en Berlín, era productor y, además, tenía una tienda de discos, y fue quien le abrió la puerta para hacer trabajos como VJ en las fiestas electrónicas berlinesas y en algunos eventos. Además de eso, se unió a Visualberlin, un colectivo dedicado a los productos visuales, en el que se daban discusiones teóricas sobre el oficio.
Un poco alejada durante algo más de dos años, a raíz del nacimiento de su hija en 2008, volvió al ruedo al ganarse una beca con el Fondo de Desarrollo Cinematográfico en Colombia, que consistía en un diplomado de animación experimental. Su trabajo final fue Quía, la misma otra de siempre, una muestra que combinaba la danza, la animación y la proyección y, además, un tapete interactivo que emitía sonidos cuando la bailarina le pasaba por encima. Con este trabajo, nació en 2010 su laboratorio de creación ATI-erra, danza multimedia.
Al volver a Berlín, Orozco fue invitada al Festival Media Mediterránea en Pula, Croacia, donde hizo un video mapping para la inauguración del evento. Aunque entonces no existía el software que hoy existe para realizar productos en ese formato, siguió haciendo un par de mapeos más con el padre de su hija, quien se encargaba de todo lo musical, mientras ella definía todo lo referente a la animación y la proyección.
Pese a que Orozco no tuvo ningún referente nacional cuando decidió hacer arte digital, considera que hay ya un movimiento en crecimiento dedicado al oficio, aunque sigue siendo muy incipiente. Según ella, en Colombia esta es una manera relativamente nueva de hacer arte, por lo que hay cierta resistencia por adquirir nuevos lenguajes artísticos y como consecuencia de eso se tiende más al conservadurismo y la tradición. “Se concibe siempre una pureza de las artes y por mantener lo que se ha hecho a lo largo de la historia”, señala.
Para ella, la tecnología ofrece un sinfín de posibilidades que pueden conjugarse con las artes, que además permiten dar nuevos puntos de vista y reflexiones sobre la cotidianidad y la esfera política y social.
Es así como en 2015, la bogotana desarrolló Nodos, cuerpos en expansión, un trabajo que fue merecedor de una beca de creación del Ministerio de Cultura. De acuerdo con ella, el proyecto fue pionero en Colombia en la utilización de un sistema de sensores motion capture durante un acto en vivo. Además de eso, estuvo a cargo en 2017 de Sueños Cyborg, un laboratorio de creación de Plataforma Bogotá, que ahora hace parte de la línea de Arte, Cultura Científica, Tecnología y Ciudad del Idartes, cuyo propósito fue hacer una exploración teórica y técnica desde la literatura, la tecnología, las artes visuales y el performance, sobre lo que significa ser un cyborg.
Entre sus proyectos más destacados está La colmena (2019), un trabajo ganador de la Beca de creación multidisciplinar, de mediano formato, del Teatro Julio Mario Santo Domingo y el Instituto Distrital de las Artes - Idartes, en el que su laboratorio de creación ATI-erra también se destacó como pionero en el uso de drones como bailarines en la escena.
El próximo 16 de julio a las 4:00 p.m. esta artista bogotana llevará a cabo la charla La piel y el pixel, una de las sesiones de la franja técnica de teatro del Gaitán, en la que Orozco intentará hacer un recorrido histórico alrededor de los conceptos de cuerpo y máquina o cuerpo y tecnología, para analizar la experiencia tecnológica en un escenario y la interacción entre cuerpos danzantes y elementos tecnológicos. La charla, disponible en idartesencasa.gov.co, incluirá la experiencia personal de Orozco, pero también diversos referentes en los que se evidencia este proceso en la historia del arte y de la humanidad.
*Nombre de Edna utilizado a petición de la artista (Etna Orozco)