Silvia Castrillón 
Reseñas

Ivar Da Coll, emblema de la literatura para niños y jóvenes

La perspectiva de Silvia Castrillón.

 

Podría decirse que Ivar Da Coll es la figura más emblemática de la creación colombiana de libros para niños y jóvenes, tanto por su trayectoria, su condición de pionero, como por su creación, que se ha mantenido en los más altos niveles de calidad desde los comienzos hasta el presente.

Las características de esta creación que lo han colocado en este nivel son, entre otras:

Sus personajes. Su gran capacidad para hablar desde el niño, no, por supuesto del niño que él fue, lugar común con el que se quiere definir a quien, supuestamente, tiene mejores posibilidades de conocer la infancia. Pues el niño que él fue, no necesariamente se enfrentó al mundo tal cual existe hoy. Además, imagino al niño que fue Ivar, rodeado de libros, especialmente de los libros más emblemáticos de la literatura nórdica y que ahora son clásicos universales. El niño de hoy, el niño al que él habla y desde el cual habla, no necesariamente posee libros, si acaso un osito de peluche como el de Eusebio, pero no mucho más. 

Nada más difícil, que “ver el mundo con una mirada infantil pero no infantilizada”, como lo diría Jorge Larrosa, es algo que un adulto sensible y observador como Ivar puede aprender. Ver el mundo como si se viera por primera vez, como lo hace el niño, es algo que Ivar puede hacer, sin violentar su mirada, sin colonizarla, sin proponer el punto de vista del adulto.

Los entornos. Como si se tratara de preparar el recibimiento de un recién llegado al mundo, de un recién nacido, Ivar prepara para sus personajes el entorno que los va a acoger. Nada escapa a su ojo sumamente observador de los diferentes ambientes, climas, espacios, objetos que van a recibir a este recién llegado. Es decir, a su personaje recién concebido, bien se trate del personaje central o de sus amigos. Pues, es importante decirlo, en la obra de Ivar los amigos son esenciales. La amistad es tal vez el hilo invisible de la mayoría de sus libros.

La conversación. Si algo hay de magistral en los libros de Ivar es la capacidad de entablar conversaciones serias, conversaciones importantes. Parecería que Ivar, como Kant, piensa que la conversación es la más importante de las artes y que los niños no están excluidos de ella. Y sus conversaciones se realizan en entornos familiares y cotidianos. Pero no por ello dejan de ser conversaciones serias. Sus libros están llenos de las preguntas y las dudas que su personajes se hacen a sí mismos, pero sobre todo a sus amigos, sobre el mundo y su funcionamiento, sobre los demás, sobre la vida y sobre la muerte. Y no importa la edad de los conversadores, los más pequeños pueden entablar una conversación seria con los viejos y los viejos no asumen actitudes paternalistas. No hay sermones en los libros de Ivar.

Ivar, como lo dice el autor norteamericano Gareth Matthews en su libro El niño y la filosofía, tiene la capacidad valorar el pensamiento filosófico infantil, como la tienen los buenos autores para niños, quienes según Matthews son tal vez los únicos adultos que no pasan por alto las preocupaciones filosóficas de los más pequeños, cuyas preguntas pueden ser las mismas que las de los grandes filósofos. 

A todo lo anterior, es preciso agregar el carácter universal de su obra, muy colombiana, pero profundamente universal en la medida en que toda ella plantea las preocupaciones, las reflexiones, las emociones que pueden ser las de un niño de cualquier rincón del planeta. 

Y todo ello con un lenguaje preciso, muy bien elaborado, construido cuidadosamente a lo largo de muchos años, tanto en lo que tiene que ver con la imagen como con las palabras. Cada libro es el resultado de un trabajo largo y esmerado.

No puedo dejar de mencionar mi primer encuentro con Ivar. Empezaba yo a concebir para la Editorial Norma algunos de los primeros libros para niños creados y realizados en Colombia. Y me pareció que se requería un personaje con ciertas características que lo hicieran adoptable por los niños colombianos, pero que también trascendiera fronteras. Un personaje acariciable, entrañable, con el que los niños pudieran identificarse fácilmente. Y como se estaban empezando a prender las alarmas por temas relacionados con el medio ambiente, podría ser un animal en vías de extinción. Conocí a Ivar por una amiga común, Julia Rodríguez, quien bien merece un homenaje por su sensibilidad hacia los niños. Le propuse la idea y, en muy poco tiempo me sorprendió con las primeras historias de Chigüiro, el personaje estaba creado, un personaje que llegó para acompañar generaciones de colombianos que nacieron y crecieron con él, y que seguirán haciéndolo por mucho tiempo. Chigüiro llegó para quedarse.  

Por Silvia Castrillón