Descubriendo la escenografía: un viaje desde Soacha hasta Nápoles
Disfrutaba mucho de la tradicional almojábana con masato que vendían en Soacha, de donde es oriundo. Era un joven con notables habilidades en el dibujo publicitario, particularmente en técnicas gráficas como la aerografía y los avisos. Siempre se sintió atraído por el cine, por lo que luego de salir del colegio se inscribió en la extinta escuela SER.
Le interesaba mucho saber cómo se hacía la escenografía de las producciones cinematográficas, así que comenzó a involucrarse en la construcción de las escenas de las obras que abordaban en la escuela. Un día, luego de ver un documental sobre la escenotecnia en Italia y quedar aún más enamorado del tema, uno de sus profesores, formado en Rusia, le dijo a Henry Alarcón que tenía un talento especial y le sugirió viajar a Italia, donde encontraría la mejor educación en este arte, la de conjugar los elementos técnicos y arquitectónicos necesarios para llevar a cabo una puesta en escena.
La escuela de cine lo motivó a seguir trabajando. Fundó un grupo de teatro denominado Teatro Palma, y junto a sus estudiantes, desarrolló proyectos cortos que fueron presentados a la comunidad soachuna. Paralelamente, con 18 años, fue contratado en el mismo colegio del que se graduó, donde enseñaría artes y dibujo.
Lo que le dijo el profesor de la escuela de cine le quedó sonando. Estaba considerando la idea de viajar a Italia. Provenía de una familia de clase media, de modo que no sería fácil costear un viaje al viejo continente, y muchos menos pagar sus estudios en la Accademia di Belle Arti di Nápoli, Italia. Durante dos años se dedicó a recolectar los papeles y el dinero que necesitaba para el viaje. Y lo más importante: tenía que aprender italiano.
Un primo suyo le dio algunos contactos en Italia, pero no fue fácil contactarse con ellos; así que le tocó por su cuenta. Tenía 24 años. Llegó en verano a la ciudad de Nápoles, al sur de Italia, donde se alojó en una habitación con lo necesario. En vista de que sería difícil asumir el costo de vida de esa ciudad, se le ocurrió la idea de dar clases de baile (merengue y salsa) para financiar su manutención y la academia.
Comenzaron las clases en la Facultad de Escenografía con el profesor Toni Stefanucci, eminencia en la academia. Entonces, año 1992, se hablaba mucho de Pablo Escobar, por lo que algunas veces fue confrontado por el estereotipo de ser mafioso o hijo de algún político corrupto. Eso no le importó. Siguió estudiando, aunque muchas veces su profesor lo desalentara diciéndole que no sabía dibujar.
El idioma fue siempre una de las más grandes barreras, pues dificultó su aprendizaje, así como la comunicación con sus compañeros y profesores. Con esas variables en su contra, lamentablemente, fue expulsado de la academia ese primer año por bajo rendimiento académico.
Alarcón se acercó a la comisaría policial de su barrio, en busca de algún recurso jurídico para apelar la decisión de ser expulsado de la academia y, como consecuencia final, del país. Allí le dijeron que como estudiante tenía derecho a presentar una tutela, que podría ser interpuesta en un plazo máximo de cinco días. Sin conocer a muchas personas, decidió acudir a los alumnos de sus clases de baile, entre quienes cuenta que estaban el alcalde de Nápoles, cuya identidad prefirió no revelar, y un grupo de notarios. Varios de ellos, con quienes Alarcón entabló amistad, se unieron para conseguirle un abogado, que le ayudaría a pedir su reintegro en la academia. “Todo el grupo de baile me salvó la vida”, recuerda Alarcón.
Efectivamente, presentó la tutela antes de la fecha límite y logró el reintegro, pues, como dice él mismo, “para la sociedad italiana los estudiantes son muy importantes. Son un símbolo”. Luego del pleito judicial, Alarcón volvió a la academia para inscribirse, de nuevo, a la Facultad de Escenografía. La encargada de admisiones le sugirió que se inscribiera con otro profesor, en vista de que no le había ido muy bien con Toni Stefanucci. Alarcón se negó rotundamente y, acto seguido, se inscribió, de nuevo, con el mismo profesor.
El profesor Stefanucci le dijo a su maestro asistente que se encargara de Alarcón, pues no quería tener que ver de nuevo con él. En adelante, Alarcón decidió ubicarse en la primera fila del salón. Estudiaba con mucha más dedicación y método sobre dibujo e historia del arte y se propuso aprender bien el idioma.
En medio de sus estudios, el colombiano se enteró de que para los estudiantes de tercer y cuarto año había una beca, que consistía en un viaje de 12 días al Museo del Louvre y otros espacios artísticos, en Francia. La beca cubría los vuelos, el hotel y la entrada a los museos. Los profesores tenían la potestad de otorgar la beca, en razón al rendimiento académico del estudiante. Un día cualquiera, el asistente se acercó a él y le dijo que consiguiera 200.000 liras, entonces la moneda oficial italiana. Él preguntó para qué, pero el asistente solo reafirmó la idea de que lo consiguiera.
Finalmente consiguió el dinero. El asistente le dijo que la cantidad era para las comidas que iba a tener que costearse en París, pues el profesor Stefanucci había abogado por él para que tuviera un cupo en la beca del Louvre. Disfrutó de 12 días llenos de experiencias artísticas e historia del arte. Anduvo París de arriba a abajo y conoció toda clase de lugares y personas. En la cena final, que sucedía a manera de clausura, cerca de los Campos Elíseos, el profesor Stefanucci se levantó y dijo: “En este día quiero brindar por una persona y por su larga y futura trayectoria; quiero brindar por Alarcón, porque ha demostrado ser un ejemplo”.
De 160 estudiantes con los que empezó, solo cinco, incluído él, lograron graduarse de la Facultad de Escenografía. Aunque consiguió trabajo con la empresa de escenografía SACS, y adquirió una estabilidad económica en Nápoles luego de algunos años, decidió volver a Colombia con la idea de compartir todo eso que había aprendido y trabajar por el reconocimiento de la escenografía en el país.
Y eso es lo que ha hecho por más de 20 años, durante los cuales ha sido ganador de dos Premios Lápiz de Acero, uno de los reconocimientos más importantes de diseño en el país. El primero, por la escenografía de Macondo en la Feria del Libro 2015 y, el segundo, en 2016, por la escenografía de Holanda también en la Feria del Libro. Además, fue ganador de la beca Festival Ópera al Parque 2018 con la obra Vuelta de tuerca de Benjamin Britten, donde se desempeñó como director de arte y escenografía.
El próximo 14 de mayo a las 4:00 p.m., este gran maestro y director de escenografía, egresado de la Accademia di Belle Arti di Nápoli, Italia, liderará la primera de tres charlas sobre escenografía y escenotecnia del Teatro Jorge Eliécer Gaitán, que estarán disponibles en la web www.idartesencasa.gov.co. En tres sesiones, el maestro hablará sobre este arte tan complejo como importante en el desarrollo del teatro y las artes escénicas.