¿Cómo se trabaja con la compañía de fantasmas?

Los escenarios culturales públicos de Bogotá han sido testigos de toda clase de emociones; de carcajadas, murmullos y sollozos. En sus tarimas han sucedido todo tipo de espectáculos musicales y dancísticos a cargo de artistas locales e internacionales. Pero no ha sido la misma experiencia para todos. Algunos de sus colaboradores más antiguos cuentan cómo es trabajar en medio de situaciones atípicas y una atmósfera un tanto misteriosa.

Azucena Cardoso es integrante del personal de servicios generales del Teatro Jorge Eliécer Gaitán, uno de los escenarios del Instituto Distrital de las Artes - Idartes. Ella es uno de los tantos colaboradores que el teatro ha albergado a lo largo de 82 años de existencia, quien ha recorrido los recovecos del magno escenario de Bogotá para cumplir a cabalidad con su trabajo.  Ha estado trabajando allí durante cuatro años. Le gusta mucho el escenario y todos los espectáculos artísticos que allí suceden. 

Sin embargo, a lo largo de ese tiempo, ha tenido algunas experiencias paranormales de las que algunos otros trabajadores dan fe. Una vez, por ejemplo, asegura haber visto la figura de un hombre alto y delgado, vestido con un traje de época. Estaba en la escalera que conduce a los palcos y, en un parpadeo, la silueta de aquel hombre se esfumó.

En otra ocasión, cuenta que estaba en la pileta desempeñando sus oficios. De repente, sintió cómo se erizaba su piel, pues percibió la presencia de alguien que estaba detrás suyo. La sensación no se prolongó mucho y, al cabo de unos segundos, desapareció. Algunas de sus compañeras, dice Cardoso, han experimentado también otros eventos atípicos: como sentir que abren el grifo del agua sin que nadie más esté en el lugar, o como cierran puertas bruscamente.

A ella, la actividad paranormal no la intranquiliza, pues no siente que esa presencia se manifieste de manera hostil ante ella. Cardoso camina por cada uno de los pasillos del Gaitán sin anticipar alguna experiencia paranormal, con la única idea de hacer su trabajo lo mejor posible. Aquella figura que se ha manifestado ante ella esporádicamente, dice, “de ninguna forma me ha intentado hacer daño. No ha hecho más que ruidos”, afirma. 

Como es común en las historias de fantasmas, los eventos paranormales han sucedido mayoritariamente en las noches; cuando ya se está cerrado el escenario. Algunos de los guardias, cuya labor implica trabajar jornadas nocturnas, aseguran también haber tenido experiencias fuera de lo común. Wilmar Martínez es uno de ellos. Ha trabajado en el Gaitán desde hace siete años y cuenta que algunas veces ha escuchado ruidos, pasos en el escenario. Ha visto cómo apagan las luces sin que nadie opere los interruptores e, incluso, ha escuchado cómo descargan la cisterna sin que nadie esté usando los baños.

“Uno no va a trabajar pensando en eso, pero a veces sí pasan cosas raras”, dice Martínez, quien ha hecho guardia durante noches enteras a lo largo de siete años de servicio. El vigilante comenta que a pesar de que es más común que suceda en la noche, lo cierto es que ha habido ocasiones en las que, incluso, esa energía paranormal se presenta en medio de espectáculos en vivo con el aforo del teatro a reventar. 

Las de Cardoso y Martínez son algunas de las historias que cuentan quienes han trabajado en los escenarios de la Subdirección de Equipamientos Culturales. Aquellas anécdotas, narradas por algunos de los colaboradores más antiguos de la entidad, harán parte de una serie de entregas (una por mes) que el Gaitán llevará a cabo desde este miércoles 10 de junio. 

Sandra Vega, encargada de camerinos y vestuario, será la protagonista de la primera entrega de esta iniciativa del Gaitán, denominada Fantasmas tras bastidores. El próximo 10 de junio a las 8:00 p.m., a través de idartesencasa.gov.co, el público bogotano podrá disfrutar de la historia El excavador del Gaitán, que en la voz de Vega narra un suceso paranormal acaecido en agosto de 2002 en este escenario del Idartes, cuando, pasadas las 10:00 p.m., algunos ruidos les quitaron la tranquilidad a lo guardias de la época. 

Por: Sebastián Hernández Noreña