
La historia de una mujer trans que dignifica el trabajo en Bogotá
Cada mañana, al entrar a su oficina en una entidad distrital, lo hace con paso firme y voz tranquila. Revisa documentos, coordina actividades y también, aunque no lo diga abiertamente, siembra dignidad. Su presencia allí no es solo laboral. Es política, simbólica y profundamente transformadora. Se llama Lorena, es una mujer trans, y hace más de una década empezó a cambiar el rostro de la inclusión en el Distrito.
“Bogotá es una ciudad diversa porque aquí confluyen todo tipo de personas”, dice, y no lo dice por decir. Habla desde la vivencia, la de haber transitado una ciudad que muchas veces la quiso llevar a los bordes, pero donde también encontró espacios que hoy reconoce como suyos. Habla de identidades, de sexualidades, de realidades cruzadas por la etnia, el origen, la migración o la ruralidad. Y de cómo esas diferencias nos colocan en lugares de privilegio o vulnerabilidad. Ella lo sabe bien.
Hace 15 años, Lorena pensaba que ser peluquera o prostituta eran sus únicas opciones. “Lo era, de hecho”, dice sin dudar. La discriminación no venía solo de la calle o de la familia. También se escondía de forma directa o velada en los espacios que, paradójicamente, decían ser inclusivos. “En algunos bares gay me negaban la entrada. Las mujeres trans solo podíamos estar allí si hacíamos parte del show o trabajábamos en ciertas zonas, nada más”.
Un acto de discriminación la llevó a alzar la voz. Fue a un centro comunitario, presentó una queja y ahí terminó conociendo el Grupo de Apoyo a Transgeneristas (GAAT), del que, años más tarde, sería coordinadora. Poco después, se presentó a una convocatoria laboral como asistente administrativa. Desde entonces, trabaja para la Administración Distrital sin pausa.
Fue la primera mujer trans contratada formalmente por una entidad pública. Cambió su nombre en los documentos, realizó su tránsito de género, terminó su carrera profesional y luego cursó un magíster en Teatro y Artes Vivas. “Podría decirse que soy uno de los casos exitosos de la Política Pública LGBTI. Pero también sé que mi historia no es la de todas. Y eso me impulsa a seguir hablando”.
Hoy, su voz se proyecta desde el arte. Como jurado experta en la beca Expresarte, de Idartes, evaluó proyectos de diversidad sexual. “Ser parte de ese espacio fue reivindicativo. No se trata solo de hablar de temas LGBTI, sino de transformar las representaciones sin alimentar estereotipos. Es importante que quienes crean esos contenidos sean parte de la comunidad, conozcan el activismo, vivan la diferencia desde dentro”.
Los datos hablan de lo que aún falta. Solo 16% de las personas trans en Colombia tienen un contrato laboral escrito; y 84% no está afiliado al sistema de pensiones. Las mujeres trans son quienes más sufren expresiones humillantes, amenazas de despido y exclusión en sus entornos de trabajo. “Muchas deben postergar su tránsito para no perder oportunidades. Es una violencia silenciosa. Por eso necesitamos entornos amorosos, seguros y diversos, donde lo importante sean las capacidades, no la identidad”, explica.
Lorena dedica esta entrevista a Sara Millerey, una mujer trans que no sobrevivió a la violencia de este país. “Nos costó mucho salir del clóset como para que ahora quieran devolvernos a él. Las vidas trans importan. Y el trabajo digno también es un derecho por el que seguiremos luchando”.
En el Día Internacional del Trabajo, su historia recuerda que la inclusión no es un discurso; es una acción cotidiana que empieza por abrir puertas y termina por cambiar vidas. En su escritorio, entre documentos y agendas, habita la dignidad de un presente que hace historia.