Muestra de resultados laboratorio Mhicelio. Foto: Fernando Barrera.
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Conversaciones (In)Posibles: prestar atención a un mundo multiespecie

Así se llamó la muestra de resultados del laboratorio Mhicelio, que se desarrolló en 2024.

El laboratorio Mhicelio: Ensayos conversacionales de Realidades Alternativas Multiespecie – RAM, desarrollado por el colectivo Mangle Rojo, cerró con la muestra de resultados denominada Conversaciones (In)Posibles: prestar atención a un mundo multiespecie, que se realizó entre el 15 y el 20 de octubre en el Planetario de Bogotá y que recopiló las conversaciones planteadas durante dos meses de trabajo, en los que se exploró lo pequeño, para valorar lo común y corriente que nos rodea.

En este espacio, el micelio (una parte de los hongos compuesto por una red distribuida de hifas) fue uno de los ejes de reflexión, invitando a los asistentes a vincularse, a enredarse en las simbiosis que emergen a través de una serie de ensayos de conversación multiespecie y explorando lo indeterminado de las relaciones biológicas, junto con los líquenes, que desde sus formas de relación nos retan a salir de la visión jerárquica entre especies. 

La muestra de resultados se planteó en torno a una serie de interrogantes que fueron surgiendo a lo largo del laboratorio, y que iban desde: ¿Cómo comunicarse con un organismo que no habla, ni escribe, ni emite un sonido o cualquier gesto que un humano pueda entender? ¿Cómo relacionarnos con esas otras existencias que habitan unas espacialidades de más de tres dimensiones, unas temporalidades más allá del tiempo mismo y unos lenguajes de otro modo? O ¿Cómo reconectar con eso que aparentemente se presenta ajeno?

“Básicamente el laboratorio se centró en una reflexión conceptual sobre qué es conectividad multiespecie tratando de entender cuál es esa visión alternativa que conecta a los ecosistemas de una manera compleja, enfocándonos particularmente en los líquenes, que es esa simbiosis entre hongos, algas y bacterias que producen un organismo nuevo”, señaló Juan Moya, antropólogo e integrante del colectivo Mangle Rojo.

Las siete propuestas que surgieron en el laboratorio abarcaron: el performance, la instalación, desarrollos interactivos, propuestas sonoras e intervenciones audiovisuales que recopilan algunas de las conversaciones, además de fanzines, dibujos, entre otras exploraciones, propuestas que operaban en torno a un experimento en la forma de una investigación-creación, de conversaciones múltiples y caóticas bajo un supuesto base: que quizás la comunicación no reside en los términos mismos de lo que se habla sino más bien en su indeterminación, en la brecha, en la separación, en esa franja perdida que reside entre las fronteras, los límites, los bordes de las múltiples existencias que siempre marcará cualquier intento de comunicación multiespecie, partiendo de que el hecho de conversar no solo implica un diálogo, algo literal, sino que también es convivir, es morar en un espacio, es vivir juntos, como ocurre con otras especies.

Muestra de resultados laboratorio Mhicelio - Foto: Fernando Barrera.

“El reto era cómo hablar de estos temas sin falsearlos ni humanizarlos porque tenemos un lenguaje que separa y organiza las cosas de una manera discreta y es difícil acceder a estos organismos en los que los límites no son claros. Por eso empezamos haciendo inversiones del lenguaje, tratando de hackear esos conceptos, moviéndolos hacia otra dimensión donde se puedan abordar en toda su complejidad”, añadió Moya.

De esa manera, las descripciones biológicas tradicionales comenzaron a emerger desde una dimensión poética y precisamente eso resonó en el nombre de la muestra, invitando a ir más allá de la descripción de las especies que brinda el abordaje científico. Así, dejando de lado una racionalidad, secuencial y objetiva, a una que permita conectar sistémicamente nuestras diversas emociones, experiencias y conocimientos.

Los participantes reflexionaron y crearon en torno a un proceso que llamaron ‘liquenización’ en el que buscaron desmantelar lo humano para dialogar con la complejidad. Allí no se imponía una voz a un organismo, sino que se elaboraron unos encuentros para abordarlos de una manera diferencial, viendo incluso el cuerpo como tecnología, una aproximación que invitaba a pensar y dialogar a través de diversos campos de disciplinares (artes, biología, antropología o filosofía, entre otras), desde donde surge una serie de cruces e interferencias.

Dos conceptos antagónicos, prácticamente opuestos, cobraron relevancia en estos procesos en el laboratorio: El ‘sentido-sin sentido’ y el ‘camino-no camino’, convirtiéndose en oximorones que pueden leerse incluso de forma inversa. Sobre esto el antropólogo destaca que “es esa dualidad constante y es ahí donde comienzan a surgir esos ensayos conversacionales y esas conversaciones (in)posibles, en donde el texto no es solo texto, sino que es visual y sonoro; la gráfica no es estática sino que tiene movimiento y poesía; y el performance, que integra diferentes características”.