Con break dance le apuestan a la equidad de género
Vladimir Pedraza inculcó en su hija Mariana el amor por la danza. Ahora, ella se encarga de transmitir la pasión por el break dance a otras niñas, un estilo estigmatizado que además es considerado sexista. Esta es la historia de una educación libre de sexismos.
El regalo que Mariana Pedraza recibió para su cumpleaños número ocho, fue poco usual. La niña llevaba varios meses pidiéndole a su papá que la llevara al centro Crea que el Instituto Distrital de las Artes – Idartes, tiene en el barrio Lucero Bajo, en la localidad de Ciudad Bolívar. La razón: su padre, Vladimir Pedraza, trabajaba allí como maestro formador de break dance y no había nada que Mariana deseara más que estar inscrita en sus clases.
“Desde que tengo memoria mi papá ha bailado, a mí me motivaba verlo y obviamente, yo quería hacer lo mismo que él hacía. Entonces a los siete años le dije que me quería meter en sus clases, pero como era tan pequeña, no me recibían en el Crea. Así que mi regalo de ocho años fue que me llevaran allá”, cuenta Mariana.
Empezar no fue tan fácil, incluso llegó a cuestionarse si tendría el talento suficiente para seguir los pasos de su padre. “Yo siempre me preguntaba cómo hacía mi papá para lograr pasos tan difíciles, y entonces siempre andaba corriendo y saltando, tratando de hacer lo mismo, pero me caía (…) así que pensé que no podría hacerlo, que no sería como mi papá”, dice la joven que ahora tiene 11 años.
“Mi papá nos sentó en un círculo y comenzó a explicarnos que en este grupo éramos niños y que íbamos a bailar y a ser representantes de un género poco conocido. Entonces ahí me empezaron a enseñar coreografías y yo me sentía muy nerviosa porque era la primera vez que compartía con tantos niños”, cuenta la bailarina.
Posteriormente, como ella misma lo explica, “gracias al tiempo y a la disciplina, todo fue mejorando. Incluso, bailando y presentándome frente a todos se me quitaron los nervios y la timidez”.
Y es que Soul Kids, el grupo que lidera el artista formador Vladimir Pedraza, es uno de los más reconocidos colectivos juveniles de break dance en Bogotá; baile callejero que se popularizó en Nueva York, en los años ochenta y que forma parte de los cuatro elementos de la cultura Hip Hop, al igual que el mc, el graffiti y el DJing.
Soul Kids ha tenido la oportunidad de presentarse en varios escenarios de la capital y por supuesto, de ganar varias competencias en las que han participado.
Así, con mucho esfuerzo y dedicación, la joven que pensaba no tener el talento suficiente para seguir los pasos de su padre, se convirtió en una excelente bailarina que conquistaba no sólo a los espectadores más cercanos con la dificultad de sus pasos y la espectacularidad de sus movimientos, sino al público capitalino. Fue así como, al verla bailar, dos de sus primas decidieron ingresar a las mismas clases en el Crea Lucero Bajo.
Y entonces, la historia se repitió. María Fernanda, siguiendo los pasos de su prima Mariana, ingresó al Crea a la corta edad de ocho años. Mientras que su prima Fernanda de 13, se inscribió en las clases hace unos pocos meses.
“Bailar en familia se siente inspirador. Ver que yo los motivé a ir al Crea a aprender ese baile es súper chévere. Me siento increíble de poder impulsar a mi familia como mi papá lo hizo conmigo”, dice Mariana.
Y es que según ella, convertirse en un ejemplo a seguir es uno de los beneficios adicionales de aprender break dance. “Aprendí el respeto, la tolerancia, la disciplina y el trabajo duro. La fuerza que tenemos para motivar a otros niños para que hagan este baile es fantástica. Desde el baile los inspiramos y enseñamos que esta es una forma de respetar a las personas porque aquí caben todos, gordos, flacos, todos pueden aprender y todos son aceptados”, sentencia.
Educación libre de sexismo
Si bien una de las cosas que más disfruta Mariana de las clases de break dance es estar cerca de su padre y sus primas, esta sensación de familiaridad y apoyo se ha extendido a otros miembros de Soul Kids. Para María Camila Bautista, de 13 años, sus compañeros de la escuadra “son como una segunda familia. Hemos aprendido a convivir con las personas y a afrontar los retos que se van presentando y los solucionados todos juntos, como en las familias”.
Según María Camila “en el grupo hay mucha armonía porque nos respetamos. No todos somos iguales, pero debemos respetarnos en la diferencia. El profesor nos ha inculcado que somos iguales así seamos niños o niñas”.
El valor agregado de que en estas clases, además de aprender pasos de baile, se inculquen valores, radica en que “La sociedad tiene esa imagen de que las niñas tienen que ser delicadas y que no hacen cosas que tradicionalmente son solo para niños, cuando en realidad nosotras tenemos todas las aptitudes para hacer lo que queramos”, apunta la joven.
María Camila cree que clases como las Vladimir Pedraza, que están libres de sexismo, son un motor de cambio para la sociedad. “Hoy hay mucha gente cambiando de perspectiva. Muchas personas que pensaban que este baile era de pandillas y que no lo hacían niñas, al vernos bailar abrieron su mente”, explica.
Y es que en Soul Kids, según relata, la mayoría de sus integrantes son B-girls, por lo que todos han aprendido a verse como iguales y a rechazar cualquier tipo de actitud discriminatoria que haga distinción de las personas según su sexo.
“Yo me siento muy orgullosa porque represento el género femenino. Con el baile estoy diciendo que nosotras somos capaces de lograr muchas cosas y llevo el mensaje de igualdad de género a toda la sociedad. De esta manera, influyo en el pensamiento de las personas para ayudar a erradicar el sexismo de la vida diaria”, concluye María Camila.
Así, entre pasos de baile, presentaciones y muchas otras enseñanzas, los niños de Soul Kids y su maestro Vladimir le muestran a los capitalinos que a través del arte y la cultura se abren espacios para la reflexión, la tolerancia y el respeto por el otro. Solo hace falta un poco de voluntad y disciplina.
Sobre el programa Crea
El programa Crea, liderado por el Instituto Distrital de las Artes - Idartes, genera procesos de transformación social a través de programas de formación en las artes y del fortalecimiento y desarrollo de capacidades artísticas, ofreciendo mejores oportunidades de vida para los ciudadanos de todas las condiciones. Además, garantiza y potencia el ejercicio libre de los derechos culturales y fortalece los desarrollos de las políticas públicas en las dimensiones del campo.
El programa atiende 18 localidades de la ciudad, donde desarrolla procesos de formación en siete áreas artísticas, que promueven el desarrollo humano. Estas áreas son: música, danza, literatura, arte dramático, artes plásticas, artes audiovisuales y creación digital. De esta manera, se acompaña la construcción y fortalecimiento de proyectos de vida, donde se fomenta la construcción de comunidad a partir de la participación activa y el acceso a mejores prácticas culturales, para que cada ciudadano pueda ser mejor y vivir mejor.