Festival Idartes 10, de vuelta al Parque Simón Bolívar
Frente a la continuidad de una pandemia mutante, aunque en condiciones que parecen ser las adecuadas para sobrevivir sus embates, más de 18 mil personas regresaron al parque a vivir de nuevo la tradición de sus festivales.
El sábado 20, el Festival orbitó en torno a la diversidad del rock, pasando por las sonoridades del reggae, el ska, el clásico blues, más otras de corte indie y alternativo. En consecuencia, hubo todo tipo de canciones, desde aquellas sobre el amor feliz o triste, hasta las críticas explícitas a la situación actual de Colombia y el mundo. Todas tuvieron por respuesta gritos efusivos y la contundencia de un pogo que no se dejó amainar por la lluvia que también acompañó constantemente la jornada.
Cambió el paso para el 21, domingo de baile en pareja y encanto en la experimentación sonora. Agrupaciones todas muy jóvenes que dieron muestra del arraigo y dominio que se tiene en Bogotá de los géneros afroantillanos, así como de la diversidad de sonoridades que siempre ha caracterizado el jazz hecho en la capital. Desde los clásicos seguidores del sonido estándar y las fusiones con música popular colombiana, hasta las proyecciones cosmopolitas del rock, la electrónica o el afrobeat.
Una semana más tarde, el sábado 27, llegó el día de metal y punk. De las trece agrupaciones, seis contaron con una importante cuota femenina, muestra de nuevos tiempos. En esta jornada se reunieron agrupaciones profundamente enraizadas en la historia del metal colombiano, al lado de las nuevas tendencias.
En el lado opuesto de asistencia estuvo el domingo 28 dedicado a una sorprendente diversidad de propuestas que, a falta de una denominación más precisa, se arropan con el incluyente músicas colombianas. Fue un conjunto de propuestas que habla no solo de la diversidad musical del país, sino también de las posibilidades que ha ofrecido la ciudad para su desarrollo. Pero quizá aquí surja aún más punzante la inquietud de que proyectos musicales tan bien logrados, que denotan de lejos un trabajo a conciencia y disciplinado, hayan tenido tan poca resonancia en la audiencia bogotana.
En relación con las dinámicas a que estuvieron sujetos los dos escenarios principales del parque, un ambiente contrastante se vivió en la tarima dedicada a los Djs de música electrónica. Caracterizada también por la diversidad musical, allí se tuvo una audiencia variopinta acompañada de mascotas, bicicletas, niñas, niños, bebidas, comidas y muy distintas formas de apreciación. Los hubo bailando, otros que en provecho del beat dieron curso a su acondicionamiento físico, también quienes asumieron actitudes contemplativas y que por momentos parecían entrar en profundos estados de meditación.
Aunque la lluvia no dio tregua, el Festival Idartes 10 mostró que hay audiencias ávidas de volver a los escenarios y a vivir la música en vivo en Bogotá y el inicio de una nueva etapa porque, como decía el lema de esta conmemoración, la próxima década ya comenzó.